Una mirada hacia la 'Nueva Europa'
Se acaban las excusas. La canciller alemana, Angela Merkel, y el flamante presidente de la República francesa, Nicolas Sarkozy, parecen dispuestos a dar una nueva sacudida a la Vieja Europa. Y no se trata sólo de una reforma de las instituciones y de impulsar el proyecto de Constitución Europea. Soplan vientos de vuelta al liberalismo económico y los dictados del nuevo eje francoalemán acabarán por forzar la resistente voluntad reformadora del resto de los gobiernos europeos. Haría mal el español en no aprovechar el impulso procedente de fuera para emprender la retahíla de reformas que aún precisa la economía para mejorar la competitividad, lastrada por el diferencial de inflación con el resto de Europa y las escasas ganancias de productividad del trabajo. Que Europa se ponga por fin en movimiento es una buena noticia para España, porque eso debería traducirse en más exportaciones y ayudar a equilibrar el modelo de crecimiento. Pero no basta con que otros tiren del carro desde fuera.
La economía española no puede perpetuar eternamente sus ineficiencias a la espera de la suerte del ciclo. Que Alemania, Francia o Italia profundicen en la modernización de sus economías hace más exigible que nunca la ambición de las reformas en casa para ser competitivos. Permitirse el lujo de esperar y ver es un riesgo económico que los políticos no deberían asumir. El que avisa no es traidor y los mercados han dado ya alertas suficientes a lo largo del año de que el dinero de los grandes fondos internacionales como llega se va si desconfía de la capacidad de un país de aumentar su crecimiento potencial y de la diligencia de sus gobernantes y de sus organismos supervisores.
La Bolsa española ha vuelto a reengancharse al ritmo de otros índices mundiales, alejando el temor a un nuevo episodio doméstico como el vivido a finales de abril con las inmobiliarias. Pero el retorno a la alegría bursátil, con el inestimable estímulo de los movimientos corporativos, no debería esconder los análisis sobre el escaso recorrido de un modelo económico excesivamente dependiente de la vivienda y con muy poco sesgo tecnológico. Las empresas que cotizan en el Ibex lo entendieron hace tiempo y se han preocupado por diversificar riesgos geográficos y de negocio para mantener el ritmo de generación de beneficios. Eso es un buen sostén para la Bolsa.
Alguien debería encargarse de garantizar otros soportes para el ritmo de crecimiento de la economía española.
Patricia Colino. Subdirectora de cinco días