El niño que arrojó un zapato a los Rothschild
André Glucksmann rememora su vida y su pensamiento en 'Una rabieta infantil'
Siendo un niño, arrojó un zapato contra sus benefactores, los Rothschild. Es el primer recuerdo de rebeldía que guarda André Glucksmann (Boulogne, Francia, 1937), revelado a los lectores de Una rabieta infantil (Taurus). 'Siempre he tirado mi zapato contra el consenso oficial'. En aquel momento, el consenso dictaba que la Segunda Guerra Mundial había terminado y no había que hablar del tema; en los años 70, el tema tabú eran los Gulag. Su apoyo a Nicolas Sarkozy en las pasadas elecciones presidenciales francesas ha sido también una forma de tirar el zapato. 'Contra las ideas preconcebidas de mis colegas intelectuales, en su mayoría de izquierdas'.
Glucksmann repasa en Una rabieta infantil los momentos cruciales de su vida y las claves de su pensamiento. El punto de partida de la obra fue un viaje a Chechenia que realizó con 63 años, algo que muchos consideraron arriesgado. 'Quería explicarme, pero cuando me puse a escribir descubrí cosas sobre mí mismo, en particular, la importancia que en mi vida intelectual tuvo el ejemplo de mi madre'.
Nazismo, comunismo, caída del muro de Berlín, guerra de los Balcanes... Diferentes acontecimientos y una conclusión que han compartido otros intelectuales como Jean Paul Sartre o Raymond Aron: la historia ha sido, es y seguirá siendo trágica.
El niño de 7 años que asistió al fin de la Segunda Guerra Mundial no tardó en darse cuenta de la ingenuidad de los adultos. 'Cuando terminó la guerra, todos pensaron que comenzaba una era de paz y prosperidad en todo el planeta; cuando el muro cayó, otra vez se tuvo la misma ilusión, era el fin de una parte trágica de la historia. A través de los acontecimientos, se repetía esa intuición', relata.
En su reflexión sobre la filosofía, Glucksmann asegura que puede servir para insuflar un optimismo injustificado. 'La filosofía tiene esa tendencia negativa', admite. Pero la filosofía también sirve para mostrar las cosas que la mayoría de la gente no quiere ver, para tratar de pensar lo que a la mayor parte de la población le resulta impensable. 'Aun cuando el muro hubiera caído y hubiera terminado la guerra fría, los guerreros seguían ahí', declara Glucksmann recordando una frase parecida del escritor alemán Ernst von Salomon tras la Primera Guerra Mundial.
'Esos guerreros fueron los que formaron el servicio de orden de Hitler y hoy están por todas partes, no hacen la guerra fría, pero se dedican al terrorismo, no necesariamente el islámico, puede ser el del ejército ruso, que ha provocado entre 200.000 y 250.000 víctimas civiles en Chechenia, en una población de menos de un millón de habitantes. Los guerreros siguen ahí', declara el que está considerado uno de los intelectuales más importantes de Europa.
Homenaje a una madre rebelde
Una rabieta infantil es un homenaje a Martha, la madre de André Glucksmann. 'No sólo porque me salvó la vida en varias ocasiones, sino porque además me enseñó que los diplomas, los títulos universitarios cuentan menos que el sentido común y la valentía'.Nacido en una familia emigrada, austriaca, judía y resistente, su infancia estuvo marcada por cuatro mujeres: su madre, su abuela, que murió muy pronto, y sus dos hermanas (su padre falleció en 1940). Sus 'hadas familiares' le protegían del caos en el que se hallaba inmerso.A los 4 años, mientras esperaba a subir a los vagones de la muerte, su madre se apresuró a anunciar el destino final a las personas que la rodeaban. Los guardianes, preocupados, decidieron dejar marchar a la rebelde mujer y sus hijos. 'A partir de este ejemplo comprendí cuál era el papel de los disidentes en Europa del Este y Rusia. Disidentes como ella que decían la verdad son los que han logrado transformar el mundo'.