Una bofetada con puño de cemento
Un tsunami. El desplazamiento de una descomunal masa de agua desde el fondo marino hasta las costas. Un cataclismo de extrema violencia cuyo origen, no obstante, está en la tensión acumulada en las placas tectónicas sobre las que se asientan la tierra y el mar. La bacanal inmobiliaria española duraba demasiado tiempo y había dado sobradas pistas para que los economistas se pusiesen en guardia.
Astroc era sólo una de ellas, aunque ha interpretado a la perfección su papel como símbolo. El propio concepto de negocio, gestión de terrenos, es pintoresco, pero eso no evitó que multiplicase cotización por 10 y que un empresario de nuevo cuño se colase en la lista Forbes. Y, ahora, ha ejercido de detonador. Cuando haga falta una referencia sobre el ciclo inmobiliario en España, ahí estará Astroc y su desplome del 65% en una semana. Porque el correctivo infringido por el mercado ha sido severo, muy severo. Desde la introducción del euro, apenas una decena o quincena de veces la Bolsa española había registrado una diferencia tan grande respecto al mercado europeo, un 2%, con implicaciones en ladrillo, pero también banca. Que Popular caiga un 4,73% no es cosa baladí.
El aquí no pasa nada es la reacción estándar. Tanto da que sea un analista sin ganas de pensar, un político o un empresario. Hoy toca decir que se trata de una corrección sobre precios sobrevalorados, a pesar de que hasta el martes a las nueve de la mañana el sintagma 'burbuja inmobiliaria' era tabú.
Sí pasa. Y no es necesariamente malo. Un bofetón serio puede ayudar a despertar de la ensoñación de que la economía es algo tan sencillo como poner un ladrillo, cemento y otro ladrillo. ¿Qué era más absurdo, que a Terra se la valorase por el número de clics o que una empresa sin empleados como Urbas subiese el 1.300% en dos años? Tenía que llegar y, quizá, lo peor de este varapalo sea que se ha hecho esperar demasiado. Toca cambiar de tercio.