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Revista de prensa

Es hora de que se vaya Wolfowitz

La razón por la que Paul Wolfowitz debería dimitir como presidente del Banco Mundial no tiene nada que ver con Irak, o su pasado como número dos en el Pentágono de Donald Rumsfeld, o incluso por sus choques con los directores del banco y con el personal. Debería dimitir porque hizo de la limpieza en la gestión su principal causa en el banco y ha caído por debajo de sus propios criterios.

Los hechos no son cuestionables. Cuando Wolfowitz fue nombrado tenía una relación personal con una mujer empleada allí. Ya que trabajar bajo la supervisión de Wolfowitz habría violado las reglas del banco sobre conflictos de intereses, ella fue reasignada al departamento de Estado del Gobierno de EE UU (...). Permaneció en nómina del banco, y resultó que Wolfowitz la ayudó a conseguir un aumento colosal de 60.000 dólares (...).

Los directores y los empleados están especialmente indignados por la forma arrogante con la que llevó su agenda anticorrupción (...) ¿Qué diría Wolfowitz si descubriera que un Gobierno que recibe préstamos del Banco Mundial hace este tipo de dulces arreglos para los amigos personales del presidente? No hay forma de que Wolfowitz pueda recuperar su credibilidad y de ser eficaz al banco.

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