La crisis del banquero de los pobres
Creo en la misión de esta organización y que puedo llevarla a cabo'. Paul Wolfowitz manifestaba así el domingo que, frente a las crecientes presiones de los últimos días, no dimitía como presidente del Banco Mundial.
Pese a esa respuesta, a Wolfowitz no hacían más que lloverle las preguntas sobre su futuro al frente de esta institución internacional en una dramática rueda de prensa a la que compareció tenso, cariacontecido y con ojeras. A su lado se sentaban su par en el FMI, Rodrigo Rato, y el ministro mejicano Agustín Carstens, presidente del Comité de Desarrollo de ambas instituciones. Carstens leyó el comunicado de este comité, reunido en su cumbre semestral el fin de semana, que incluía un muy inusual y duro pronunciamiento: La actual situación sobre la credibilidad, reputación y la motivación del personal del Banco 'nos parece muy preocupante'.
El chaparrón sobre Wolfowitz era inevitable. La tormenta sobre su gestión al frente del banco se ha fraguado desde su nombramiento en junio de 2005. Pero los truenos y relámpagos han llegado con la revelación de presunto favoritismo y conflicto de intereses con una empleada que llevaba ocho años en el Banco cuando el llegó a presidirlo, Shaha Riza. Su novia.
Su relación era anterior a su nombramiento y Wolfowitz lo hizo saber. Su abogado, quien negoció su contrato con el Banco y consiguió subirle el sueldo 400.000 dólares (en línea con lo que gana Rato) buscó la solución pidiendo una recusación parcial en su trato con ella que no podía incluir 'el contacto profesional ente ambos'.
El consejo de la institución concluyó que esa cláusula no podía conciliarse con la política de personal del banco y pidió a Wolfowitz que lo solucionara. Y lo hizo. Riza se iría a una institución que ella eligiera con una serie de subidas de sueldo que hizo que llegara a cobrar más de 193.000 dólares libres de impuestos (más que la titular que Condoleezza Rice, la titular del Departamento de Estado, donde eligió ir). El presidente del banco envió al jefe de recursos humanos, Xavier Coll, pero no al comité para que lo revisara.
Ninguno de estos detalles se conocían durante los días previos a la cumbre del Banco Mundial y el FMI aunque se sabía que Riza había sido promocionada y recompensada con inadecuada generosidad, de acuerdo con los estándares del Banco que lucha contra la pobreza. Y el escándalo creció hasta el punto de que el jueves Wolfowitz encaró nervioso una rueda de prensa, previa a la cumbre, que comenzó con una rara disculpa. Dijo que había querido recusarse pero no le dejaron. El viernes y tras haber sido recibido por los empleados del Banco a gritos de '¡dimite!', se hicieron públicos los documentos del caso. Ahora se sabe que en esa rueda de prensa, no dijo toda la verdad.
El consejo del Banco estudia ahora el caso. Son 24 miembros que representan a grupos de países. A la decisión de este órgano se han remitido todos los responsables económicos y políticos mundiales cuando han sido preguntados estos días (incesantemente) sobre si Wolfowitz debe dimitir. Sólo algunos líderes africanos y el presidente de EE UU (mediante su portavoz), apoyan a Wolfowitz. Del secretario del Tesoro, Henry Paulson, ha recibido un tibio apoyo y Kenneth Rogoff (ex economista jefe del FMI) ha sido uno de los muchos que pide su renuncia. Wolfowitz, de 63 años, afronta uno de sus más delicados momentos. Su nombramiento ya fue polémico porque quien fue segundo del Pentágono es uno de los arquitectos de la guerra de Irak.
Dentro del banco creció el descontento con él. Las tensiones entre directores ejecutivos europeos y el presidente han sido frecuentes y este incidente las ha reforzado. Una docena de directivos ha abandonado la institución desde que Wolfowitz llegó haciendo de la lucha anticorrupción su bandera y rodeándose de dos ex asesores de la administración de Bush. Desde Europa se cree que la lucha contra la pobreza es anterior a la lucha contra la corrupción. Además se discuten algunos de sus proyectos, considerados una extensión de la política de EE UU, sobre todo el relacionado con Irak.
Presiones
Los analistas creen que el Comité de Desarrollo dio tiempo a Wolfowitz a renunciar y dudan que el consejo dé el histórico paso de cesarle aunque hay muchas presiones para que lo haga. Su salida abriría el debate sobre el nombramiento de los dos líderes de las instituciones de Breton Woods. Según una ley no escrita y tan criticada que ya resiste pocos embates, al presidente del Banco lo elige EE UU y al del FMI Europa.
No se descarta que Bush tenga que forzar la salida de su ex colaborador como aceptó su derrota cuando trató de echar a Mohamed El Baradei de la Agencia de la Energía Atómica. La UE puede presionar porque es el mayor donante de la Agencia Internacional de Desarrollo del Banco. Alemania, Francia, Reino Unido y Japón tienen más votos juntos que EE UU y podrían forzar un movimiento si quieren devolver al banco una credibilidad ahora en entredicho.