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De directiva de Google a emprendedora social

Millonarios de Silicon Valley abandonan sus cargos para poner en marcha fundaciones sin ánimo de lucro

Los ataques de elefantes eran un problema en la aldea de Endagalayaya, en Sri Lanka. La solución provino del otro lado del mundo, cuando Charly Kleissner, ex ejecutivo de software de Silicon Valley (California, EE UU) contribuyó a suministrar luces eléctricas que los aldeanos usan para ahuyentar a los paquidermos.

'Nuestra meta es llevar la electricidad al menos a 100.000 personas en los próximos cinco años'', explica Kleissner. En Sri Lanka, este ex directivo de 50 años de la compañía Ariba tiene dos organizaciones que respaldan proyectos de biomasa. Hace cinco años dejó el empleo en su empresa para suministrar energía renovable a lugares pobres del planeta.

Silicon Valley es el lugar del mundo con más empresas punteras en tecnología e internet. Está lleno de personas como Kleissner, enriquecidas en la última década por su trabajo en este tipo de compañías u organizando fusiones corporativas. Ahora que son todavía relativamente jóvenes, algunos de ellos están dejando sus empleos para comenzar una nueva carrera que les permita utilizar sus habilidades en proyectos sociales.

'No es cuestión de firmar un cheque e irse'', opina Doug Bauer, subdirector general de Rockefeller Philanthropy Advisors en Nueva York. Se trata de una implicación personal. La tendencia, conocida como activismo socioempresarial, es más evidente en Silicon Valley y otras partes de California que en ningún otro sitio, asegura Bauer.

California tiene el porcentaje más alto de EE UU de residentes millonarios. Allí, el número de fundaciones sin fines de lucro ha subido el 81% en los últimos 10 años, hasta 11.367. 'El activismo socioempresarial se expandió durante los años noventa debido a la riqueza creada por el auge de la economía', asegura Bauer.

George Yandell, de 49 años, decidió dedicarse de lleno a los proyectos sociales en San Francisco después de haber trabajado de ejecutivo en las divisiones de banca de inversión de First Boston y Montgomery Securities. Yendell negocia la compra de terrenos para la Nature Conservancy de Arlington, Virginia, organismo dedicado a proteger la ecología alrededor del mundo.

Muchos de los filántropos de nuevo cuño son personas de la generación del baby boom, o de la posguerra, que trabajaron largos años para mantener a sus familias y al mismo tiempo ganaron suficiente dinero para renunciar y dedicarse a algo que les apasiona, según David Bornstein, autor de un libro sobre los emprendedores sociales. 'Piensan: tengo 54 años, gozo de muy buena salud, mis hijos están en la universidad, así que, a qué me dedico?', opina Bornstein.

El paradigma de la filantropía puede que sea Bill Gates, presidente de Microsoft, cuya Fundación Bill y Melinda Gates es la primera donante del planeta. Gates ha reconocido que el próximo año rebajará su papel en la compañía de software más importante del mundo para dedicar más tiempo a su fundación.

Olana Hirsch Khan, de 31 años es otra conversa al espíritu socioempresarial. Como directora de ventas de Google, tenía un buen sueldo y prestaciones como comidas gourmet, masajes y visitas al médico. En su nuevo empleo como directora de Kiva Microfunds en San Francisco trabaja en una diminuta oficina con muebles usados.

Le encanta el cambio que hizo después de pasar seis años en el motor de búsqueda por internet, que es considerado el mejor lugar para trabajar en Estados Unidos, según la revista Fortune. Ahora ayuda a empresarios en países en vías de desarrollo a obtener microcréditos, algo que desde hace tiempo quería hacer.

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