Las excusas de los malos gestores
El mercado da por hecho que Iberia y Altadis cambiarán de manos en los próximos meses, acaso en semanas. El baile de los tiburones ha empezado y las opas están al caer. Sólo falta por saber si será el private equity o los competidores quienes se hagan con el control de las dos compañías, y en cualquiera de los dos casos será señal de que aprecian capacidad de mejora en las cuentas de resultados. Pero llama la atención en estas dos sociedades de bandera, pero ya no públicas, que tales oportunidades no las hayan visto sus equipos gestores.
Tanto los de Altadis como los de Iberia mantienen una actitud muy receptiva ante los movimientos: unos se limitan a calificar los precios rumoreados por el mercado de 'muy bajos para el valor real de los activos', y otros se han puesto a analizar las diversas posibilidades para ver en los brazos de quién el sueño será más placentero. No ha existido una reacción proactiva y defensiva para mantener un ápice de independencia y liderazgo en sus negocios. Y no la ha habido ahora, porque no ha existido desde el punto de vista estratégico; porque los equipos carecen del liderazgo preciso para seguir el ejemplo de otras compañías que han dados triples saltos mortales para ganar un tamaño disuasorio ante operaciones hostiles. Santander, Telefónica, la propia Iberdrola, ... comen para no ser comidos. En las empresas provenientes del útero estatal es muy común una gestión pasiva, no acostumbrada a pelear por el mercado en condiciones de competencia; una gestión amanerada y no predispuesta para convivir en campo abierto, sin cinturones de protección ni acciones de oro que valgan.
Tabacalera inició vigorosamente su expansión con la compra de Seita, y atesora valiosos activos como Logista, Aldeasa o los puros cubanos, además de marcas de tabaco que cuesta décadas labrar. Pero se ha estancado cuando los demás se mueven aprovechando las grandes posibilidades de financiación.
Iberia, por su parte, se gestiona entre la vigilancia de Fomento y la alargada sombra de los pilotos, y aprovecha muy parcialmente el vertiginoso avance de la actividad en la que se mueve. Mientras decenas de empresas florecen con nuevas líneas en un nuevo boom de la aviación comercial, Iberia guarda casi dos mil millones de euros en la caja, sin saber qué hacer con ellos.
En un caso y en otro hay indicios de una gestión pasiva, con la excusa de que no hay oportunidades de negocio. Excusas, sin duda, de malos gestores.