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CincoSentidos

El banco para el desarrollo más popular está en la red

Ana B. Nieto

Kem Pharim vive con su marido y sus cuatro hijos cerca de Phnom Penh (Camboya). Trabaja de cuatro de la madrugada hasta el medio día en una cosecha de espinacas que luego vende. Para llegar al mercado alquila un moto-carro diariamente. Con ello, sólo sobreviven. Pharim (en la foto) quiere comprar la moto y ampliar sus cultivos para dinamizar su negocio. Para ello necesita 650 dólares.

Nathan, de San Francisco, le ha prestado algo de dinero. También David, de Miami, Patsy, de Pasadena, y Rob, de Ontario. Son algunos de los que han decidido hacer un crédito a Pharim con cantidades que suelen ser de 25 o 50 dólares, y rara vez mucho más elevadas, para que pueda ampliar su negocio.

Ninguno se conoce, aunque todos saben puntualmente qué hace esta camboyana con ese capital que les será devuelto. El nexo que ha hecho posible esta transacción es Kiva.org, una organización de California que gestiona en la red la concesión de microcréditos a partir de donaciones particulares en 26 países. En cada uno de ellos tiene socios locales, entidades especializadas en esta labor, que gestionan el capital, presentan a los clientes a través de la red y dan cuenta regularmente de sus negocios.

Kiva, que en swahili significa acuerdo o unidad, es producto de la internet 2.0, en la que se fomenta la comunicación y, en este caso, se democratiza la filantropía. Así, miles de ciudadanos medios como Nathan o Rob se han convertido en banqueros para el desarrollo a través de microcréditos que envían a través de PayPal. Tener una cuenta con este gestor de pagos, que dona sus servicios gratis, es todo lo que se necesita para convertirse en micro prestamista. En Kiva se han dado cita sobre todo americanos y, aunque hay algunos europeos, la organización confía en que crezca más su base al otro lado del Atlántico. Según Fiona Ramsey, su portavoz, no hay un perfil único de micro prestamista. 'Quieren ayudar y así ven dónde va y cómo se gestiona su dinero. Les damos transparencia y creamos un vínculo'.

Kiva fue fundada en marzo de 2005 y sus primeros créditos se concedieron a pequeños empresarios de Uganda. Hoy tiene 44.000 usuarios y en su haber la gestión de cuatro millones de dólares. El 100% de estos créditos han sido, hasta ahora, devueltos.

Uganda inspiró a Matthew y Jessica Flannery, un matrimonio californiano, estudiantes de Stanford, a crear Kiva. Ambos conocieron los proyectos de la entidad para microcréditos Village Enterprise Fund (VEF) y decidieron trabajar para globalizar la base de prestamistas y acercarla a todos los ciudadanos.

Además de Internet para captar filántropos, su otra base de apoyo son entidades como VEF. 'En cada país buscamos socios que tengan el potencial que hace 20 años tenía Grameen Bank', dice Ramsey. Grameen es la entidad de microcréditos fundada por el Nobel de la Paz Muhammad Yunus.

Según Ramsey, estas instituciones deben ser capaces de ser viables, por eso cobran un 19% de intereses. Es una tasa muy por debajo del más del 30% que suele cargar la banca de microcréditos y que debe, con estos tipos, hacer frente a los altos riesgos que contraen. El recorte del precio del capital es posible porque los banqueros como Nathan no perciben intereses. Kiva está trabajando con sus abogados para dar la opción en el futuro de que puedan hacerlo, si quieren. La organización hace due diligencies a sus socios locales. 'Son muy diligentes', explica Ramsey, quien añade que la mayor parte de sus 'banqueros vuelve a prestar el dinero devuelto'.

Filantropía en el corazón de Silicon Valley

Tras volver de África, donde conocieron el potencial de los microcréditos, Matt y Jessica Flannery empezaron a trabajar en la idea de Kiva. Tanto les absorbió que Matt dejó su trabajo. Entonces tenían 27 años. En el corazón de Silicon Valley, Flannery convenció al ex ejecutivo de PayPal, Premal Shah, para que presidiera la organización. Pese a su alcance e impacto, Kiva apenas tiene a ocho personas en nómina. Fiona Ramsey, su portavoz, asegura que nada de lo que hacen sería posible sin 'el ejército de voluntarios que tenemos' y que ayudan con la traducción de informes (hay 50 voluntarios). También es desinteresada la ayuda de PayPal, de Youtube, que les promociona gratis, o la consultoría de MySpace. 'En Silicon Valley hay mucha gente muy creativa y muy generosa', dice Ramsey.

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