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Tribuna
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Rusia y la integración europea

Reflexionando sobre el 50 aniversario de la Unión Europea, uno naturalmente dirige su mirada a los acontecimientos históricos. Antaño las espadas de legionarios unieron bajo el dominio de Roma un enorme espacio. Pasaron 2.000 años desde aquellos tiempos. Como sucede a menudo, la historia dio un giro asombroso. Precisamente en Roma fueron firmados los tratados que dieron origen a una nueva unión de los pueblos europeos, basada no en la fuerza o coerción, sino en aspiraciones y valores comunes. Hace 50 años los Tratados de Roma tenían un carácter innovador y casi revolucionario. Todavía se dejaban sentir las heridas de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo los países firmantes pudieron demostrar la voluntad política para superar la pesada herencia del pasado y elaborar la estrategia común de cooperación e integración.

Los fundadores del movimiento paneuropeo soñaron con 'la prosperidad, la paz y la independencia del continente'. Pudieron adivinar el futuro dándose cuenta de que la seguridad y el bienestar son inseparables. La fundación de las Comunidades Europeas el 25 de marzo de 1957 tuvo enorme influencia en la formación de la Europa contemporánea. Basándose en las ideas de los Tratados de Roma los Estados de la Unión Europea lograron unos resultados importantes en el aseguramiento de los derechos y libertades, en el progreso económico y social.

Sin embargo las condiciones reales para la implementación de una idea europea 'fundamental', la de superar la división del continente, surgieron sólo con el fin de la guerra fría. Este es el dividendo de la paz recibido por todos los europeos tras la caída del Muro de Berlín. En este sentido la opción elegida por el pueblo de Rusia a principios de los años noventa del siglo XX no sólo amplió el espacio de la libertad en el continente sino que de hecho determinó las vías de la posterior integración europea.

Es muy importante para nosotros que la UE sea más competente e influyente en la política mundial

Un nuevo Tratado Rusia-UE debe servir de instrumento para asegurar un nivel más alto de integración económica

Esa opción en gran medida fue el resultado de la historia nacional de Rusia. Nuestro país, por su espíritu y su cultura forma una parte integrante de la civilización europea.

Las relaciones entre Europa y Rusia son de influencia y enriquecimiento mutuos. Mi ciudad natal, San Petersburgo, se convirtió en una espléndida Capital del Norte gracias al arte y la maestría de los arquitectos y artífices de Europa Occidental. Para muchos Rusia era la segunda casa. Es simbólico que en la Segunda Guerra Mundial los valerosos habitantes de la ciudad, verdaderamente europea pero al tiempo rusa, hicieron frente a un bloqueo espantoso dando un extraordinario ejemplo de la lucha contra el nazismo. Rusia siempre ha compartido todos los triunfos y tragedias de Europa. Dos veces hemos jugado un papel clave haciendo fracasar los intentos de unir Europa por fuerza. Sin ello sería imposible el gran proyecto europeo basado en la buena voluntad.

Construyendo nuestro Estado democrático y soberano hoy compartimos plenamente los valores y principios básicos que forman parte de la visión del mundo de la mayoría absoluta de los europeos. Nos une el respeto hacia el derecho internacional, el rechazo del uso de la fuerza para resolver problemas internacionales, así como la decisión tomada a favor de reforzar los principios básicos de colectividad en la política europea y global. Nuestra visión común del mundo contemporáneo la sentimos siempre en el trabajo conjunto en la ONU, en el G8 y en otros foros multilaterales.

Una Europa estable, próspera y unida sirve a nuestros intereses. Contemplamos la integración europea como un proceso objetivo que forma parte integrante del naciente orden mundial multipolar. Por lo tanto es muy importante para nosotros que la UE se convierta en un centro más competente e influyente de la política mundial, que contribuya de forma significativa a la solución de los problemas de seguridad regional y global.

El avance de las relaciones multifacéticas con la UE es una opción fundamental para Rusia. Claro que -por razones más que evidentes- no tenemos ninguna intención de ingresar en el futuro cercano a la UE ni formar cualquier tipo de asociación con ella. Desde un punto de vista realista, Rusia está dispuesta a desarrollar sus relaciones con la UE sobre la base de acuerdos y conforme a los principios de asociación estratégica. En este sentido comparto una fórmula elaborada por Romano Prodi quien caracterizó las relaciones entre Rusia y la UE como 'todo menos instituciones'.

Basándonos en estas relaciones de socios estamos dispuestos a avanzar lo más lejos posible. Naturalmente esperamos reciprocidad por parte de nuestros socios en lo que se refiere a su parte de este camino.

El hecho de que compartamos una disposición común a desarrollar nuestra cooperación de manera comprensiva, intensiva y a largo plazo brinda resultados visibles. Somos capaces de sentar una base sólida para nuestras relaciones de socios y poner en marcha proyectos prometedores. Está claro que los intereses de Rusia y la UE no pueden coincidir siempre y plenamente. La competencia representa otra cara de la cooperación y forma parte integrante de la globalización. Al tiempo sería imprudente tratar de buscar intenciones políticas detrás de actividades puramente económicas. Así como tratar de pegar etiquetas ideológicas del arsenal de la guerra fría a las acciones legítimas y plenamente comprensibles emprendidas para defender sus intereses nacionales.

La lógica de la evolución de las relaciones entre Rusia y la UE nos conducirá a la necesidad de elaborar un Tratado sobre la asociación estratégica para reemplazar el Acuerdo de hace 10 años que ha cumplido su papel. El nuevo Tratado debe servir de instrumento capaz de asegurar un nivel más alto de la integración económica así como la interacción con miras a garantizar la libertad y la seguridad en el continente europeo. Nos damos cuenta de todas las dificultades que nuestros socios enfrentan tratando de elaborar una posición acordada frente a este nuevo Tratado. Comprendemos que para lograrlo necesitan tiempo. Al mismo tiempo está claro que cualquier interrupción de este diálogo es en todo caso contraproducente.

Hoy compartimos muchos asuntos que requieren un análisis conjunto. La opción que vamos a tomar determinará el futuro del continente para muchas décadas. No podemos aceptar una política europea dominada por ideología de bloques ni permitir que aparezcan nuevas líneas divisorias o que se realicen proyectos unilaterales en detrimento de los intereses y la seguridad de vecinos. Así como esperamos que la evolución de la UE contribuya a una unidad mayor de nuestro continente común y al desarrollo de una amplia cooperación en Europa.

Estoy seguro de que sólo sobre una base colectiva y de confianza mutua sería posible encontrar solución para cualquier problema: el de la defensa antimisiles del continente, la estabilización de Afganistán, la lucha contra nuevos desafíos y amenazas, incluyendo el terrorismo internacional, la proliferación de armas de destrucción masiva, el tráfico de drogas, la inmigración ilegal y la pobreza global. Rusia está lista para hacerlo. Espero que votemos por una edificación conjunta de nuestro futuro común.

Hace medio siglo seis naciones europeas, y antes que nada los franceses y los alemanes, optaron por olvidar sus riñas del pasado y, según Angela Merkel, 'crecer juntos'. El pueblo de una Rusia nueva y democrática también desea sinceramente que su país sea una potencia próspera, que viva manteniendo su dignidad en amistad y armonía con sus vecinos.

Deseamos mucho éxito a nuestros socios europeos y esperamos que continúe nuestra asociación fructífera a favor de la paz y el progreso.

Vladimir Putin. Presidente de Rusia

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