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Secretos de Despacho

Creatividad en Rocamador

Carlos Tristancho dirige un hotel con encanto en Badajoz, donde crea otros proyectos

Agota estar al lado de Carlos Tristancho. Apenas duerme cuatro horas cada noche. No necesita más, y el resto de la jornada la pasa atendiendo y creando mil y un asuntos. Dirige desde hace una década el hotel Monasterio Rocamador, ubicado en Almendral (Badajoz), pero también tiene en marcha un proyecto denominado País de Quercus, un espacio privado para socios (él lo llama habitantes, y está abierto a todo aquel que desee inscribirse), donde todos los alimentos (aceite, embutidos, verduras) siguen una ruta biológica. 'No puedo estar parado, estoy constantemente en estado de creación'.

Conviene recordar que Tristancho, nacido en Badajoz hace 51 años, ha sido actor y director teatral (próximamente tiene previsto dirigir cine) y que tiene una gran facilidad de palabra (hace tiempo creó un hospital de palabras, para tratar y rescatar aquellos vocablos enfermos). En plena dehesa extremeña se siente libre. 'Me encanta trabajar; lo que detesto es el concepto de tarea, aquello que viene siempre impuesto. Además, no puedo estar quieto ni un segundo', afirma.

Huye de la palabra ejecutivo, prefiere que le llamen creativo. Lejos de parecer un pedante, Tristancho, como buen cuentista, tiene mucha gracia, salpica su conversación de simpáticas anécdotas. 'A mí me gusta construir cosas, prepararlas para que otros las ejecuten. Y hay gente a la que le gusta ejecutar para ser competitivo'. Lo que sí hace es reflexionar. Y mucho, al calor de la chimenea, que tanto le relaja. Porque en el despacho que ocupa, en un edificio próximo al hotel, siempre tiene la lumbre encendida. 'Me relaja mucho, me recuerda a la tertulia del hogar. Por la televisión se han perdido las conversaciones de mesa'.

Su despacho es como si fuera una prolongación de su casa. Es acogedor y sencillo, con un toque rústico, donde el único elemento de modernidad lo aporta el ordenador Mac, del que no puede prescindir.

Se confiesa desordenado materialmente, a pesar de que en una estantería tiene una serie de carpetas con todos los asuntos que guarda en su interior, pero advierte que es ordenado de mente. 'No me hace feliz el caos de mi mesa de trabajo, pero atiendo muchos frentes y no me queda más remedio'.

Además de todos los proyectos anteriormente citados, y de la gestión de otro establecimiento, el Convento la Parra, Tristancho, que está plenamente convencido de que Extremadura se convertirá en la Toscana española, tiene previsto abrir otro hotel en Badajoz, en el que desarrollará otra iniciativa, La Comarcal. Se trata de una idea creada para establecer franquicias por toda España. Para ello se rehabilitarán y adaptarán casas singulares en entornos rurales, se acondicionarán con pocas habitaciones y con diferentes comedores, a cuyo cargo estarán amas de casa-cocineras que prepararán platos caseros con los alimentos del día. El objetivo es que se pueda comer como en casa y de lo que haya ese día en el pueblo. Cada uno de los comedores estará atendido por una señora, de modo que los guisos y platos sean diferentes.

Una vez explicado esto, Carlos Tristancho asegura que si con algo le gustaría romper, es con la gestión de sus negocios. 'Si con el tiempo no lo consigo insultaré a mi inteligencia, pero también soy consciente de que hay muchas familias, sólo en Rocamador hay 31, que viven de todo esto, y por ellas hay que ser responsables, y entiendo que hay una parte corporativa que no puedo desatender', señala.

Porque lo realmente difícil, en su opinión, no es montar una empresa ni sacar adelante un proyecto, lo complicado es 'construir el edificio humano, porque ninguna de las personas que trabaja en una organización mide lo mismo ni tiene las mismas inquietudes'. Pero, por otro lado, confiesa que lo que más satisfacciones le da precisamente son las emociones directas. 'El roce humano es la mejor recompensa que se puede tener'.

El aroma de enebro le da la vida

Sorprende que este ejecutivo no hable de la cuenta de resultados ni de la estrategia a seguir. Porque asegura que se inventa profesiones para vivir como realmente quiere, en el campo, rodeado de su esposa, Lucía Dominguín, y de sus hijos. En su despacho también se encuentra presente la familia. En el suelo tiene un retrato de algunos de sus miembros, entre los que se encuentra su hija, la modelo Bimba Bosé.Pero su tesoro más preciado, y que le da la vida cuando lo necesita, es una caja en la que guarda virutas de enebro. 'Es un aroma, como el de la jara o el de la hiedra, que me devuelve toda la energía. Son unas sensaciones muy fuertes'. Como los sonidos del campo, 'pura música'. Y su fuente de inspiración. 'Los animales, los sonidos y olores del campo me hacen viajar y dejar de estar atormentado cuando la rutina de la gestión me ahoga'. Insiste y recalca que su máximo objetivo es regresar cuanto antes a deambular por territorios creativos. Quiere, en el plazo de dos años, dirigir cine. 'Yo tengo un problema, y es que se me queda corta la vida', dice este hombre, al que le gusta vivir al margen de protocolos.

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