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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cielos casi abiertos entre la UE y EE UU

La euforia dominaba ayer a los negociadores europeos del acuerdo de liberalización del mercado aéreo transatlántico. No era para menos. Después de cuatro años y 11 rondas de contactos, Bruselas consiguió el respaldo unánime de los 27 socios de la UE para la primera fase de un convenio que aspira a crear para la aviación comercial un mercado sin fisuras desde California hasta Rumanía.

La negociación interna se presentaba tan difícil o más que el regateo con Washington, porque el Reino Unido supeditaba su apoyo a ciertas garantías sobre el futuro proceso de liberalización. Al final, se conformó con retrasar de octubre de 2007 a marzo de 2008 la entrada en vigor del pacto. Londres coló además una cláusula potencialmente peligrosa de suspensión si EE UU no ha aceptado abrir más mercado aéreo antes de 2010.

Y es que el acuerdo no supone una liberalización total del espacio aéreo transatlántico. Pero todos han acertado al admitir los términos de Washington, porque esta primera fase permitirá que comience la tan necesitada reestructuración del sector aéreo europeo.

El convenio sustituye el obsoleto concepto de compañía nacional de bandera por el de bandera comunitaria. Ahora comenzará la batalla de la consolidación y ninguna compañía dispondrá, en teoría, de un mercado cautivo. Está por ver el papel de Iberia en este proceso. Lo seguro es que la presencia de aerolíneas de bajo coste añadirá alicientes porque, como acaba de demostrar Ryanair con su frustrada opa sobre Air Lingus, la diferencia de tamaño no limita los desafíos.

Para España el acuerdo es muy beneficioso porque no disponía de convenio bilateral de cielos abiertos con EE UU. En breve, las compañías que operan desde aeropuertos españoles podrán aumentar sus rutas y frecuencias transatlánticas, además de programar vuelos desde otros aeropuertos comunitarios. El acuerdo también puede suponer que España pierda su antigua compañía de bandera, objeto deseado en el sector a juzgar por la carrera al alza de su cotización bursátil.

El mercado decidirá. Pero parece innegable, que la competencia redundará en beneficio del sector, que ganará en eficiencia, y del usuario, que puede esperar un abaratamiento en las tarifas de vuelos transatlánticos.

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