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Columna
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Inflación y sector exterior

Los últimos datos de inflación en España (2,4% en febrero) han sido saludados como muy positivos. Y, ciertamente, la muy intensa disminución del ritmo de avance de los precios desde el pasado verano no puede ser saludada de otra manera. No obstante, una lectura atenta de los componentes que explican ese descenso arroja un saldo menos positivo. De hecho, la inflación subyacente continúa creciendo a ritmos claramente excesivos, del orden del 2,8%, si la comparamos con la del resto del área del euro.

Además, ese dato se suma a una larga etapa en la que los precios han estado aumentando muy por encima de los de nuestros principales competidores. De hecho, con la excepción del proceso de convergencia nominal hacia el euro de los años 1995-1998, desde 1999 las diferencias se han mantenido en valores por encima del punto porcentual por año. Además, como siempre cuando se habla de medias, ese diferencial es mayor cuando se toma como referente Alemania (nuestro segundo mercado de exportación) o Francia (el primero). Respecto de ambos países, la diferencia acumulada en el ritmo de avance de los precios al consumo entre 1995 y 2006 se sitúa en el entorno del 25%. Quiere ello decir que nuestro tipo de cambio real, de existir la peseta, se habría apreciado en ese porcentaje, deprimiendo en igual cuantía nuestra capacidad competitiva internacional.

Esa negativa evolución es la que se encuentra, parcialmente, tras un déficit del sector exterior que ha sido catalogado como insostenible, en sus elevados valores actuales, por los principales organismos económicos internacionales. En este contexto más inflacionario, no resulta extraño que las exportaciones españolas estén perdiendo cuota de mercado en los principales destinos europeos, quizás con la excepción de Portugal, de manera que las ventas de nuestras mercancías a Alemania, Francia, Italia y Gran Bretaña no avanzan al ritmo de las importaciones que efectúan esos países. Cierto que la globalización explica esa pérdida relativa. Pero es justamente por ello por lo que el excesivo aumento de nuestros precios es tan perjudicial: al tiempo que hemos perdido la capacidad de devaluar la antigua peseta nos enfrentamos a una creciente competencia internacional.

La única solución para reequilibrar el insostenible saldo negativo exterior es mejorar la competitividad externa

Y no es sólo el creciente déficit exterior de la balanza de mercancías (que puede llegar a situarse en el -8,5% del PIB para 2006), sino el deterioro, también al alza, del positivo saldo de la balanza de servicios. æpermil;sta está presentando un doble y negativo proceso, en el que los precios y las modificaciones en las condiciones de producción amenazan su tradicional excedente.

Por un lado, el superávit de la balanza de servicios turísticos continúa su declinar, tanto por una reducción relativa de los ingresos de los extranjeros en España (éstos han pasado del 5,1% al 3,9% del PIB entre 2000 y 2006), como por el creciente aumento de los gastos de los españoles en el exterior (desde el 1% al 1,4% del PIB entre las mismas fechas). Al mismo tiempo, el saldo negativo de la balanza de servicios no turísticos continúa aumentando (cerca del -1% del PIB en 2006).

En síntesis, mientras en los años 1990-2002 el déficit de la balanza de mercancías (una media del -4,6% del PIB) se compensaba de forma bastante apreciable con el superávit de la de servicios (2,9%), arrojando un saldo agregado de bienes y servicios del -1,7% del PIB, entre 2003 y 2006 las condiciones se han deteriorado de forma notable: muy importante déficit de mercancías (-6,9% de media del PIB), reducción del superávit de servicios (2,4%) y saldo agregado crecientemente deficitario, hasta un más que excesivo -4,5% del PIB.

En estas condiciones externas, con las otras balanzas sin posibilidad de compensar ese déficit y con perspectivas en el medio plazo de revalorización del euro y aumento estructural de los precios de la energía, la única solución para reequilibrar ese insostenible saldo negativo exterior es mejorar la competitividad externa. Y ello, entre las muchas modificaciones que implica, pasa inexorablemente por la reducción del crecimiento de los precios con los de nuestros principales competidores y mercados. Bien está la moderación de la inflación. Bien que reduzcamos las diferencias con el área del euro. Pero el camino andado hasta la fecha nos obliga a ser mucho más exigentes.

Josep Oliver Alonso. Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona

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