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Tribuna
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Real decreto de renovables ¡ya!

Va en serio. Los cogeneradores estamos en las penúltimas. Pedimos que el Real Decreto de Régimen Especial arranque ya o seguiremos bajando la potencia producida al ritmo del último año. No queda otra opción. Las pérdidas se acumulan y cada vez más industrias están en peligro de ir al infierno o por lo menos al purgatorio. Lo que debía ser una ventaja y un motivo de competitividad está resultando precisamente lo contrario. Perdonen mi pesimismo, pero cuando parece que todo va tan bien y que los beneficios empresariales no paran de subir, siento que estoy en el negocio equivocado. Pero no, esto no es verdad. No puede serlo.

El problema más grave que tenemos es, sin duda, nuestro nombre. Nadie sabe quiénes somos, qué hacemos y a quién beneficiamos. Todo el mundo entiende lo que es una planta hidroeléctrica. No hay nadie que profese ignorancia de lo que es una nuclear o una eólica, pero nombras la palabra cogeneración, y lo único que evocas es algún método posmoderno de clonación. Empezamos mal.

Los 900 cogeneradores formamos parte de la flor y nata de la industria española. Generamos calor en forma de vapor (aunque no siempre) para nuestros procesos industriales y concurrentemente hacemos electricidad, lo que nos eleva a ser los productores de energía a partir de combustibles fósiles más eficientes. Kioto nos debería levantar un monumento y la ministra de Medio Ambiente debería insistirnos y azuzarnos para que aumentemos el parque urgentemente. La realidad es que contribuimos con el 12% de la electricidad requerida por el país, más que la eólica y la solar juntas. Lo hacemos sin ruido, con plantas pequeñas y medianas distribuidas cerca de los focos de consumo, lo que ahorra al sistema más de un 10% de pérdidas de transformación y de línea al tiempo que hacemos estas grandes líneas de transporte menos necesarias.

El hecho de que nuestros electrones sean consumidos en la vecindad de donde son producidos debería causar el interés apasionado del legislador y su entorno (CNE, REE y OMEL). Bruselas así lo entiende y por ello ha puesto en marcha una nueva directiva de cogeneración para promocionar su desarrollo. Esto nos lleva al segundo gran problema de la cogeneración: la falta de una legislación adecuada. La cogeneración creció en España con el RD 2.366 (1994). Las cosa iban tan bien que el legislador decidió limitar la expansión con el RD 2.818 (1998) con tan mala fortuna que en vez de frenarla, se la llevó a la UVI. Para extraerla del coma, se introdujo el RD 436 en 2004 que la puso en una silla de ruedas tan compleja, con tantos compromisos, trabas y segundas intenciones que las ruedas nacieron cuadradas. Y por si no fuera suficiente, la disputa en 2006 entre Iberdrola y el legislador por los límites a los precios del pool -junto con otros factores como el alto precio del gas- causaron pérdidas terribles. Para los cogeneradores, el drama fue total. En los últimos dos años se ha puesto en marcha una planta como balance neto. En 2006 la cifra de electricidad cogenerada bajó un 20%. ¿Necesitan más evidencias para entender la situación? Y esto nos lleva al tercer gran problema: nuestra relación con las compañías eléctricas.

La conexión, nunca mejor dicho, se podría definir como una mezcla de competencia, rivalidad e intromisión. Es como si al hermanito adoptado se le ocurre instalar una tienda pequeña, aunque con ciertas ventajas, al lado del gran supermercado de la familia. Simplemente, no sienta bien. Aunque en algunos niveles se tache de rivalidad y adversariedad, la verdad es que somos complementarios, fiables y ayudamos a la estabilidad del sistema. Además, cuanta más cogeneración, más dinero ganarán ellos. ¡Hasta somos sus clientes y ellos nuestros suministradores! De momento, parece que la relación no puede calificarse de amorosa. Si preguntan a los cogeneradores, les dirán que los beneficios de las eléctricas en 2006 han sido -al menos parcialmente- subsidiados con sus pérdidas. Lo que no puede discutirse es que las pérdidas de unos y los beneficios de otros no sean reales.

Creemos que la Secretaría General de Energía del ministerio quiere sacar a nuestra industria de su desesperada situación y pedimos que el Real Decreto de Régimen Especial vea la luz ya. La razón de su tardanza es un misterio. Yo, que soy malpensado, presiento que hay un lobby feroz tras el retraso. A no ser que mi hijo, un experto procrastinator, haya dado lecciones en el ministerio y sus adláteres. El drama está servido.

Juan Vila. Vicepresidente de la Asociación Española de Cogeneración (Acogen)

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