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Tribuna
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Luis Valls Taberner, un año después

Ayer se cumplió un año de la muerte de Luis Valls Taberner, maestro de banqueros, ligado siempre a la trayectoria del Banco Popular. El autor, que trabajó muy próximo a él en la entidad durante 15 años, realiza una semblanza de su figura en la que desgrana hechos y rasgos poco divulgados

El 25 de febrero de 2006 falleció Luis Valls Taberner. Su excepcional ejecutoria y su condición de referente en el sector financiero son públicas y notorias. Nacido en 1926, casualmente el mismo año en que se creó el Banco Popular, tomó las riendas de la entidad en torno a los 30 años de edad. Pasó pronto a ser vicepresidente, fue nombrado presidente del consejo en 1972 y renunció a este cargo en 2004. En este periodo de casi 50 años, convirtió una institución bancaria pequeña, vetusta y rutinaria, en lo que ha venido siendo desde hace muchos años el banco más rentable y eficiente de Europa. Su clarividencia, perseverancia y su espíritu reformista fueron elementos clave de esta transformación que se produjo mediante sucesivas revoluciones pacíficas internas. Preocupado muchos años por su propia sucesión, al final la gobernó magistralmente y estuvo de acuerdo con su hermano Javier en pasar el relevo a la juventud.

Además, el Grupo Popular, con su gran escuela de banca, fue vivero de figuras que pasaron después a ocupar importantes funciones en otras instituciones del mundo financiero. Baste citar, entre otros muchos, a Rafael Termes, presidente de la Asociación Española de Banca; Ricardo Lacasa, consejero independiente del BBVA y presidente de su comisión de auditoría; Rafael Bermejo, consejero independiente del propio BBVA, y el que suscribe, que fue director general del Banco de España.

Desde su atalaya empresarial tuvo presencia y gran influencia en determinados momentos de la vida política española. Fue miembro de Consejo privado de don Juan de Borbón y jugó un papel determinante en la incorporación al Gobierno de los ministros llamados tecnócratas, que iniciaron la modernización de la economía española desde 1956.

A principios de los sesenta, Luis Valls promovió la sociedad Faces (Fomento de Actividades Culturales Económicas y Sociales) como centro aglutinador de un amplio espectro de ideologías políticas y a la que aseguró la financiación del Grupo Popular. Su principal logro fue la adquisición del diario Madrid, en el cual, tras abortar un intento de control por parte de un sector falangista, propició el nombramiento de Rafael Calvo Serer y Antonio Fontán para la presidencia de Faces y la dirección del periódico, respectivamente. A pesar de las fuertes discrepancias que tuvo con Calvo Serer sobre la financiación y la titularidad de las acciones de Faces, el periódico abrió un gran espacio hacia la liberalización del régimen. La aventura terminó con el cierre del periódico por el entonces ministro de Información, Manuel Fraga, en el año 1971.

Fue el primer banquero que financió de manera profesional y transparente a todos los partidos políticos desde las primeras elecciones generales de la democracia. Siempre en forma de créditos, que recuperaba el banco, básicamente con la subvención del Estado a cada partido en función de los escaños obtenidos. Y continuó haciéndolo durante mucho tiempo.

Yo trabajé muy cerca de Luis Valls durante más de 15 años, en diferentes puestos de responsabilidad y de gran confianza. Durante años, en despachos contiguos. Como en toda relación larga, hubo algún bache. Pero cuando dejé el grupo del Banco Popular y pasé a la órbita del Banco de España y a posteriores singladuras profesionales, seguí manteniendo una buena relación con él durante 28 años, aunque con la distancia propia de nuestras respectivas posiciones profesionales.

Poco antes de su fallecimiento, le fui a visitar sin ningún tema concreto del que hablar. Pero quería visitarle, en lo que estaba seguro que sería la última vez que le viera. Fue mi maestro en la banca y no pocos de sus criterios y actitudes vitales dejaron profunda huella en mí, como referentes. Creo que le conocía muy bien. Y voy a hacer un intento de describir los rasgos más notables de su persona, no sólo con sus luces, sino también con sus sombras. Lo cual puede a su vez realzar las primeras.

Nacido un 5 de junio, era un géminis típico, con las dos personalidades que caracterizan a los nacidos bajo este signo del zodiaco. En su caso, tal vez tres. Era un gran tímido, que compensó su timidez con el paso de los años. Lo cual hizo aflorar en él una gran audacia. Un intelectual de gran cultura, pero con un gran sentido posibilista y pragmático y gran capacidad de adaptarse al terreno. Un hombre muy frío, pero muy sensible. Clarividente, gran estratega y fuerte, pero vulnerable en el cuerpo a cuerpo. Tal vez vestigio de su primitiva timidez. Un maestro en definir lo que quería, pero barroco en la concepción y ejecución de cómo ponerlo en práctica. Perfeccionista, pero tolerante con la imperfección de los demás, siempre que ésta no constituyera deslealtad o no fuera más allá del papel de la cizaña entre el buen trigo.

Certero en la identificación de méritos y deméritos en las personas y situaciones, era también propenso a hiperbolizar los fallos, dando más relevancia a episodios aislados que a toda una trayectoria. Una inteligencia superior, combinada con cierto desprecio por la lógica, cuando ésta no iba acompañada de la sensibilidad necesaria para valorar personas o situaciones. Magnífico escritor de artículos de fondo y dueño de un estilo muy personal, tenía sin embargo dotes oratorias que sabía limitadas y que le llevaban a restringir sus intervenciones públicas.

Un hombre de visión muy profunda de las cosas y, al tiempo, un apasionado del protocolo, una de sus grandes aficiones. Con frecuencia, se erigía en maestro de ceremonias en reuniones y actos públicos e incluso privados.

Austero en lo personal, sus políticas inducían a sus colaboradores a que también lo fueran. Impasible exteriormente y refractario a los entusiasmos, pero muy sensible interiormente a todo lo que creía suponer un peligro para la seguridad del banco. Profundamente preocupado por la seguridad, sus grandes estrategias tenían siempre un fuerte contenido defensivo. Respetado por todos, por su visión estratégica y su firmeza en hacerla realidad, era con frecuencia incomprendido por su limitada capacidad de explicar los porqués.

Emprendedor, creativo y con una capacidad especial para movilizar voluntades. A veces simplemente con la mirada y breves notas escritas, más que con explicaciones explícitas. Hechizador de serpientes, pero pertinaz practicante del silencio, la frase escueta y el enigma. También podía ser de una claridad meridiana en sus juicios y afirmaciones. Evitaba usar los adjetivos para no herir la susceptibilidad del interlocutor. Y solía ser muy prudente en sus juicios sobre las personas. Tal vez por temor a ser citado ante terceros. Constante emisor de instrucciones o mensajes que no siempre resultaban explícitos y que a veces tomaban la forma de libros que regalaba y en los que esperaba que el interlocutor captase la idea transmitida.

Era un maestro del poder. Pero afirmaba, probablemente con verdad, que más que el poder, lo que le gustaba era la influencia. En lo cual también era un maestro.

Insensible a la adulación y aunque en apariencia poco impresionable ante la crítica, la registraba siempre si podía sacar de ella lecciones prácticas.

Gran relaciones públicas, acudía reacio a aquellos actos públicos en que resultaba obligado mostrarse o de los que podía obtenerse algún fruto, pero rehuía los saraos o las reuniones sociales de rutina.

Sereno ante los reveses o las grandes preocupaciones, buscaba las soluciones poniéndose primero en lo peor. 'Hay que ponerse cómodos', decía. 'A partir de ahí, todo está por ganar'.

Tenía un gran espíritu corporativo en la defensa de sus colegas, como colectivo. Para él era cuestión de principio. Siempre imaginaba la existencia de enemigos del sector financiero agazapados tras leyes, decretos o decisiones de las autoridades tutelares. Pero en su relación bilateral con sus colegas podía olvidar el corporativismo y ponerse en pie de guerra, si se trataba de defender los intereses del banco. Era el banquero mejor informado de España, pero siempre estuvo quejoso de estar falto de información. Capaz de dar un amplio margen de confianza a sus colaboradores, era también profundamente desconfiado y tendente a controlar al azar los detalles, sin caer en la burocracia.

Especialista en diseñar estructuras del banco que asegurasen los necesarios contrapesos ante la posible incompetencia, la ocultación de información o los posibles excesos de poder. En su propia panoplia de criterios, brillaba una perla. 'El hombre es limitado en su capacidad, incluso física'. El mecanismo más utilizado bajo su égida fue la rotación sistemática de los directivos. Pocos paraban más de tres o cuatro años en el mismo puesto. También como procedimiento para completar la formación de los mandos. La fragmentación del ámbito de actuación de un directivo problemático, el nombramiento de un segundo o de un staff que le frenara, eran prácticas habituales en él. En un equipo, decía, no es bueno que todos sean afines, sino que haya discrepancias, para evitar los graves errores, las sorpresas o las borracheras de poder.

Rabioso partidario del zapatero a tus zapatos, despreciaba las modas y el mimetismo. Ni presencia en el extranjero, ni participaciones en empresas no financieras, ni fusiones. El tiempo le acababa dando la razón.

Aunque era capaz de dar bruscos golpes de timón, preveía que estaría muchos años al frente del banco, lo que le hacía tener una noción casi oriental del tiempo, que presidía el gradualismo de muchas de sus políticas y cambios.

De todos es conocido que Luis Valls era miembro numerario del Opus Dei. También son notorios los muchos rasgos de la figura que los medios dieron en llamar el banquero florentino. Y todo un sinfín de hechos y situaciones que jalonaron su carrera. Pero los retazos de esta breve semblanza tratan de mostrar hechos y rasgos poco divulgados de su figura. En todo caso, fue un gran empresario y, sobre todo, un gran personaje. Quizá precisamente por su complejidad y por la originalidad de sus ideas y de su estilo. Un buen amigo suyo, José María de Arana, le llamaba el hecho diferencial.

Aristóbulo de Juan. Ex director general del Banco Popular y ex director general del Banco de España

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