Cambio de marcha en el automóvil
El cierre de la planta de Puerto Real (Cádiz) anunciado por Delphi Automotive Systems es, ante todo, una mala noticia. Pero también es el reflejo nítido del cambio copernicano a que está abocado el sector de la automoción a causa de la llegada de competidores y apertura de nuevos mercados a nivel mundial, del rígido elefantismo de los grandes constructores -sobre todo en los Big Three de Detroit- y de las nuevas exigencias medioambientales y de ahorro energético; en resumen, de la globalización.
En el cambio de marcha del sector mundial de la automoción aparecen como perdedores, por ahora, algunos grandes grupos que crecieron comprando marcas. Como ganadores surgen los nuevos grupos, sobre todo asiáticos, que han crecido con precios bajos, menores costes laborales, ausencia de compromisos por jubilaciones, aciertos en la diversificación del producto y poca dependencia de vehículos de gran consumo. Los sindicatos deberán amoldarse a este nuevo escenario en el que reinará la flexibilidad y donde las alianzas industriales (Renault-Nissan) parecen ganar la partida a las fusiones (DaimlerChrysler).
En el caso concreto de la planta gaditana, sólo los ingenuos se pueden mostrar sorprendidos. Hace un año la matriz estadounidense Delphi, en suspensión de pagos e inmersa en ese proceso de reestructuración global, definió sus planes para volver a los beneficios. Y la factoría estaba en la lista negra. Sus productos -direcciones, suspensiones y rodamientos- son 'no esenciales' para el grupo. De lo que se trata ahora es de encontrar la mejor solución para los 1.600 trabajadores de la factoría, pero también para los más de 1.300 empleos que dependen indirectamente de la planta.
Paradójicamente, el sector de componentes es de los más pujantes de las empresas españolas en el exterior, y también de los primeros que empezó a localizar sus plantas fuera, lo que indica que este es un proceso recíproco. En este caso, la multinacional basa la medida en que la factoría 'sufre unos altos costes operacionales y no es capaz a de atraer nuevas oportunidades de negocio competitivas'. Una sentencia lapidaria para cualquier planta. Pero más en un grupo se había comprometido con la Junta de Andalucía a mantener la actividad hasta 2010 a cambio de subvenciones.
Esto debe mover a la reflexión. Por un lado, corrobora de nuevo que para atraer inversiones no bastan las ayudas públicas, repartidas demasiadas veces tan generosa como ineficientemente -la planta recibió 62 millones desde 1986 y tenía aprobados otros 14 millones-. El hecho de que Delphi cuente también con plantas en Zaragoza, Pamplona y Barcelona, además del centro comercial de Madrid, advierte una vez más sobre la urgencia de una mayor coordinación entre las autonomías a la hora de repartir fondos públicos.
Otra lección a sacar es que los monocultivos en producción y empresariales que sufren muchas áreas, a pesar de estar generalmente subvencionados, son incompatibles con un mundo cada vez más interrelacionado y en el que las deslocalizaciones se deciden lejos, y a menudo sin considerar los aspectos sociales. En este sentido, la planta de Airbus en Puerto Real puede verse afectada también por la reestructuración de este grupo, lo que complicaría más la situación en la comarca.