Telefónica y las visitadoras
Con la marcha de Telefónica al Sector C de Las Tablas, en las afueras de Madrid, se confirma que la centenaria pelea entre las meretrices y Telefónica la han ganado ellas.
Yo no sé si el rey Alfonso XIII se dio cuenta al inaugurar la sede central de Telefónica, en Gran Vía 28, que la zona estaba rodeada de mujeres y chulos. Pero sí se dieron cuenta del problema los sucesivos presidentes de la gran compañía de telecomunicaciones.
Todos querían o despejar de estas trabajadoras la zona o marcharse a otras latitudes.
Seguramente el presidente que primero se planteó que la derrota era segura fue Barrera de Irimo. Compró unos terrenos amplísimos en las afueras de Madrid y definió el proyecto de una gran ciudad para que los trabajadores de Telefónica estuvieran concentrados y fuera de una zona incómoda.
Malos momentos para una buena idea. El régimen de Franco andaba ya dando tumbos y ningún ministro encargado del orden público podía aceptar que decenas de miles de trabajadores de una empresa crítica para la estabilidad general pudieran plantar cara al sistema con huelgas y manifestaciones a partir de una concentración de tanta importancia. Barrera de Irimo terminó su mandato sin que la idea de alejarse de Gran Vía fuera aceptada.
En mi tiempo como presidente también analicé el problema: no daba buena imagen que personajes de todo el mundo tuvieran que salir con sus coches de Gran Vía 28 pasando revista a señoras y señoritas de no muy buena estética y, aun así, con deseos de rentabilizarla.
Se buscaron intermediarios enmascarados para solicitar precios sin que nadie se figurase que Telefónica estaba detrás. Fue inútil: en la zona de Telefónica los precios de los pisos no se medían por metros cuadrados sino por horas.
Ni Telefónica podía entrar en semejante modelo de economía de mercado.
Juan Villalonga vio claro que la batalla estaba perdida y aceleró y concretó la idea de un macroproyecto de algo así como la Ciudad de las Telecomunicaciones. Lo tenía todo bien planificado, pero estalló la burbuja (y algunas cosas más). César Alierta, su sucesor, revisó el proyecto, lo limó y le apretó el cinturón. Y lo puso en marcha. Telefónica había sido derrotada por un negocio anterior a la propia Telefónica y ¡hasta a la mítica ATT!, por poner un referente del sector.
Ahora ha empezado el tiempo en el que miles de telefónicos se han de concentrar en un llamado Polígono C de la carretera que une Madrid y Burgos. No sé si esos trabajadores van a ser más felices o menos haciendo sus tareas por aquellos parajes, lo que es seguro es que a Telefónica la han derrotado unas mujeres generosas y unos chulos eficientes.
Sólo deseo que el edificio de Telefónica en Gran Vía 28 no pase al baúl de los recuerdos porque se quede sin uso ni utilidad. Y que así, todos los presidentes de Telefónica en los años futuros sigan mirando asombrados cómo unas señoras y unos caballeros comparten territorios en Gran Vía y demuestran mayor eficiencia económica.
Nos han ganado.
Luis Solana. Ex presidente de Telefónica