Las miniaturas ganan una partida al gigante Opel
Opel ha hecho temblar a una buena parte de los coleccionistas de miniaturas, tradición que se remonta, al menos, a 1898. Desde entonces, la industria juguetera comercializa la reproducción a escala de cientos de productos habituales en el mercado y presta especial mimo a medios de locomoción como el tren, el avión o el automóvil.
Nadie hasta ahora parecía haberse sentido ofendido ni perjudicado por esa afición. Pero el fabricante alemán de coches de verdad, del grupo General Motors, no quiere que el característico relámpago que simboliza su marca aparezca en la carrocería de ningún vehículo que no salga de sus plantas de montaje. Ninguno. Por pequeño que sea.
El Tribunal de Justicia europeo, sin embargo, se mostró ayer mucho menos inflexible al emitir su veredicto sobre un caso que enfrenta a Opel con Autec, una empresa alemana que fabrica coches teledirigidos, entre ellos, un Opel Astra V8 Coupé que ha desatado las iras de la automovilística.
Los jueces consideran que la reproducción de productos con marca registrada puede realizarse siempre que no se induzca a confusión al consumidor sobre el origen del artículo y que la fidelidad de la copia no ponga en peligro el prestigio de la marca original.
En el caso juzgado, el propio tribunal alemán que ha remitido el expediente a Luxemburgo destaca que el consumidor 'está acostumbrado a que los modelos a escala reducida se basen en ejemplos reales (...) y entenderá que el logo Opel que figura en los productos de Autec indica que se trata de una reproducción de un vehículo de esa marca'.
Por si hubiera alguna duda, la empresa juguetera denunciada coloca su propia marca registrada (Cartronic) claramente visible en las instrucciones del coche teledirigido, en el mando a distancia y en la caja de presentación.
A pesar de esas claras señas de identificación, Opel pide a los jueces de su país que obliguen a Autec a dejar de reproducir sus modelos so pena de multa de 250.000 euros por cualquier infracción futura o privación de libertad de hasta seis meses.
El celo de la compañía automovilística parece obedecer a una repentina afición del sector por un mercado que hasta ahora le había pasado inadvertido. 'La industria del motor no se ha percatado del potencial económico de esos objetos a través del merchandising hasta fechas relativamente recientes', señala el abogado general del Tribunal de la UE, el español Dámaso Ruiz-Jarabo, en su ponencia de preparación para la sentencia.
Las compañías, según ha reconocido Opel durante el juicio, pueden aprovechar ahora las miniaturas como técnica publicitaria para ganarse la fidelidad de sus clientes.
Ruiz-Jarabo, sin embargo, en una opinión rebosante, como casi todas las suyas, de jugosas referencias culturales e históricas, defiende claramente a los fabricantes de unos coches diminutos que 'se han convertido en la magdalena de Proust de los adultos que en algún momento reviven sus experiencias pueriles en pantalón corto, dando rienda suelta a sus sueños'.
El letrado invoca en defensa de las miniaturas desde la legendaria fábrica francesa de juguetes Majorette hasta el soldadito de plomo de Andersen o el protagonista de un cuento de Ana María Matute.
Los argumentos del letrado español parecen haber convencido a la sala primera del Tribunal de la UE, compuesta por tres jueces con una media de edad de 67 años, que quizá no han soportado la idea de que el rayo de Opel crujiese una tradición centenaria.