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Tribuna
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Y la Comisión Europea saltó

El autor analiza los planes sobre el futuro del sector energético de la UE dados a conocer ayer por la comisaria Neelie Kroes. En su opinión, no aportan nada nuevo y se limitan a arrojar un manto de duda sobre el comportamiento de las empresas energéticas europeas.

La Comisión Europea ha vuelto a saltar porque el mercado energético no funciona. Hace unos meses, harta de soportar críticas sobre el fracaso de la liberalización de los mercados gasista y eléctrico, hizo algo que sólo la Comisión hace cuando se enfada: ¡encargar un informe! Ayer, un año y medio más tarde, ha publicado su informe que concluye que efectivamente las cosas no funcionan. El informe se refiere a barreras estructurales, como la insuficiente capacidad de suministro de la red o la falta de liquidez del sistema, como obstáculos para la creación del mercado europeo energético. Pero además el informe hace especial hincapié en el comportamiento anticompetitivo de diversas empresas energéticas que impide la competencia en el mercado.

La Comisión se queja del excesivo nivel de concentración, es decir, que los competidores son pocos, demasiado fuertes, y esto les permite frenar la competencia. En particular se refiere a las empresas verticalmente integradas, es decir, aquellas que son a la vez propietarios de la red de suministro y suministradores. Estas empresas son capaces de dificultar la entrada de un nuevo competidor ya que éste tiene que utilizar la red para suministrar a sus clientes. Otras conductas, como acuerdos para subir los precios o para repartirse el mercado, constituyen infracciones al derecho de la competencia.

En realidad el informe de la Comisión no dice nada nuevo. Se limita a arrojar un manto de duda sobre el comportamiento de todas las empresas energéticas europeas y en lo demás se remite a un punto en el futuro donde desvelará algo muy horrible. No dudo que la Comisión haya encontrado indicios de conductas anticompetitivas, no obstante creo que el problema radica sobre todo en los Estados miembros.

La falta de planificación pública, que se traduce en sistemas con capacidad insuficiente; organismos encargados de vigilar que son débiles (y ni siquiera independientes), lo que ha permitido que conductas anticompetitivas queden impunes, y por último la falta de transposición del Derecho comunitario ha hecho que la legislación comunitaria no se aplique a nivel nacional.

España, por ejemplo, no sólo no transpone la normativa comunitaria, sino que además se permite ejercer un proteccionismo más que dudoso contra otra empresa comunitaria, Eon. Hay además de España 15 países que no han transpuesto la legislación comunitaria. No deja de ser llamativo que países considerados como impulsores de la construcción comunitaria (Alemania, Francia o España) hayan sido tan poco obedientes a la hora de aplicar las normas comunitarias y países que son criticados por su 'falta de espíritu comunitario' hayan abierto sus mercados. Y es que el patriotismo europeo no vale sólo cuando se pide dinero a los otros.

Si los Estados miembros hubieran sido más disciplinados y los organismos encargados de vigilar el mercado más fuertes no sería necesario sugerir, como lo hace ahora la Comisión Europea, que se partan en trozos a las empresas verticalmente integradas. Y es que si un mercado funciona la integración vertical no es necesaria. ¿Alguien se imagina que para transportar melones desde Murcia a Madrid una empresa tenga que ser propietaria de la red de autopistas?

La liberalización de los mercados energéticos contrasta con la de otros mercados como el de las telecomunicaciones donde una Comisión más fuerte y unos Estados más disciplinados introdujeron la competencia en el mercado para beneficio de los consumidores. Más de un antiguo monopolista de este sector enfrascado ahora en una competencia febril con otras nuevas empresas mirará con envidia a las empresas energéticas y se preguntará por qué no tuvo mayor suerte.

Álvaro Ramos. Abogado de Howrey LLP especializado en Derecho de la Competencia

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