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CincoSentidos

El año de Sibiu, capital europea de la cultura

Rumanía ingresó el 1 de enero en la Unión Europea y se estrena a lo grande al ejercer la capitalidad cultural en una ciudad que resume las esencias del nuevo país miembro

Tan cerca, pero tan lejos. Y viceversa. Rumanía es todavía la Europa (central) que ya fue, perdida por elevación en aras del desarrollo. El mismo camino que le espera, muy probablemente, a Rumanía y sus ciudades. Sibiu, que no es la más conocida para los de fuera, resume bien el talante y encarna los atributos de un país que hay que ver ahora o nunca: quiero decir que es presumible que en poco tiempo vayan difuminándose, por arreglos y mejoras, los empedrados rotos de las calles, los patios sabios de yerbajos y tiestos humildes, los colores diluidos de fachadas enfermizas, pero tan líricas, las tejas corroídas de esas techumbres verticales que parecen tener ojos budistas.

Puede que a muchos esto les parezca una estampa decadente. Pero Sibiu es una ciudad que vive de la industria, por raro que suene: químicas, textiles, papeleras, construcción... Son apenas 130.000 habitantes que gozan de buena salud cultural (prueba de ello es el mandato europeo) y disfrutan de un envidiable acopio de nobles edificios. Lo que pasa es que la ciudad se divide en dos, la alta y la baja. Trabadas ambas por un sinfín de callejuelas en cuesta, escaleras y puentes. La parte alta es, claro, el casco antiguo; por la baja discurre el río Cibin, que da (¿o recibe?) el nombre de la ciudad: los romanos fundaron la Cibinium que no dejó de prosperar, que llegó a ser capital de Transilvania y que, milagrosamente, apenas ha variado el perfil que muestra en una pintura de Franz Neuhaser, de 1808, que se exhibe en el Museo Bruckenthal, la segunda gran pinacoteca del país.

¿Cuánto tiempo más durará ese skyline? De momento, ya las taladradoras y hormigoneras se han adueñado de las calles y plazas principales, para que luzca el estreno europeo. También el enlucido de las fachadas en la plaza mayor y espacios adyacentes parece ahora un dibujo al pastel recién barnizado. Fin de humedades y desconchones. Fin de la nostalgia.

De momento, la cirugía urbana sólo se ha podido costear en el cogollo, la plaza Mare (Mayor) y la plaza Grivita, a las que ensambla como un gozne la Torre del Consejo, del siglo XVI. En la Plaza Mayor, además del palacio Bruckenthal y la catedral católica, hay un anillo armonioso de viviendas que van del gótico al barroco. En la plaza Grivita, la Torre de las Escaleras (parte del recinto románico) y el Pasaje de las Escaleras constituyen el rincón más pintoresco de Sibiu. Por el puente de las mentiras (es donde pelan la pava los enamorados) se llega a la catedral evangélica, la más interesante, gótica, que fue privada de sus frescos e imágenes al pasar de manos católicas a protestantes.

La lista de monumentos notables es muy abultada, no se puede abarcar todo en un día. Pero es verdad que más que las iglesias antiguas, mansiones burguesas, torres y bastiones medievales, lo que cautiva de Sibiu es su aire perezoso y provinciano, con modestos comercios y talleres de reparación, sus cavas y cervecerías de aire bohemio y conspirativo, su halo de indefinible nostalgia, que le da unas calidades literarias y plásticas todavía manejables. Una ciudad íntima, reposada, que invita a la reflexión. Al margen del tropel de ruidos y brillos que se avecina. El rebelde E. M. Cioran midió bien las distancias de esa paradoja que es la cultura: 'El ser es mudo y el espíritu charlatán. Eso se llama conocer'.

Guía para el viajero

Cómo ir: La compañía aérea rumana de bajo coste Blue Air (tel: 00 40 21 208868, www.blue_air.ro) dispone de vuelos desde Madrid a Bucarest, con destino al aeropuerto de Baneasa, muy próximo al centro urbano, todos los lunes, miércoles y sábados. También opera desde Barcelona y desde Valencia, con la misma frecuencia.Dormir: En Sibiu, Imparatul Romanilor (Nicolae Balcescu,4, 213 272), un hotel muy céntrico (junto a la Piata Mare), y de gran tradición: Allí se alojaron personajes como Liszt, Johan Strauss o Napoleón III, aunque está necesitado de una renovación a fondo. El comedor sigue siendo muy agradable y elegante, y la cocina es de lo mejor de la ciudad. Hotel Continental (Calea Dumbravil 2-4, 210118), más amplio y moderno, recientemente renovado. Para comer, Bufnita (Nicolae Balcescu 45, 214 133), cocina tradicional rumana. Sibiul Vechi (Papiu Llarian 3, 431 971), acogedor, a veces con espectáculo folclórico.Comer: Un sitio muy agradable para comer es el restaurante del museo Astra. Si hace buen tiempo se puede comer o cenar al aire libre y degustar platos típicamente rumanos muy bien presentados con personal vestido con trajes tradicionales.

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