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Tribuna
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La derrota de ETA

Sostiene José Ramón Recalde que ETA está derrotada, que nunca en ningún momento de su existencia tuvo posibilidad alguna de salirse con la suya. Después del atentado con dos víctimas mortales que ha destruido un aparcamiento de la T-4 en Barajas, he conversado con Recalde, superviviente de un intento de asesinato a manos de etarras que le dispararon a bocajarro cuando aparcaba el coche al llegar a su casa de San Sebastián. José Ramón sigue certificando la derrota de ETA. En estos días bajo el impacto destructivo de la dinamita y los miles de toneladas de escombros, los análisis en caliente tienden a inclinarse en sentido contrario pero nada ha alterado esa derrota. Otra cosa es que la derrota deje margen para el crimen. Y es con el crimen con lo que hemos de terminar.

ETA optó por la vía terrorista, una vía incapaz de imponerse frente a un Estado que conserve la idea de su legitimidad. La cuestión a dilucidar por tanto no es la victoria imposible de ETA sino las reacciones que puede catalizar. Examinemos algunas. Cuando el advenimiento de la democracia, ETA quiso desempeñar el papel de incitadora del golpismo militar. Centró sus objetivos asesinos en los uniformados que venían de ser el Ejército de Franco y tenían dificultades para efectuar un cambio de lealtades y llegar a ser el Ejército de España, instrumento para el ejercicio de su plena soberanía democrática. Quisieron impedir esa transformación y con sus atentados fueron el aliento básico de las intentonas, del ruido de sables y del golpe del 23 de febrero de 1981.

La exasperación impulsada por la dinamita causó también estragos en el propio sistema democrático y deterioró las mentes de algunos líderes políticos y de conocidos adalides periodísticos. Fue entonces cuando vimos a Jota Pedro degradar las páginas de Diario 16 propugnando la guerra sucia para acabar con la lacra terrorista. Escribía sin corsé alguno y reclamaba una acción contundente 'que conlleve la eliminación de su presencia en la calle y su exterminio físico si es preciso. No es tiempo de andarse con remilgos' (20 de marzo de 1981). Tres días después se preguntaba: '¿Hasta dónde llegan los derechos humanos de las bestias?', y añadía que 'no hay derechos humanos a la hora de cazar al tigre. Al tigre se le busca, se le acecha, se le acosa, se le coge y, si hace falta, se le mata. Podrían caer 50 etarras en combate y las manos de España continuarán limpias de sangre humana. A los policías que disparen contra ellos se les recibirá como a valientes (…)'. El 15 de abril de ese mismo año insistía en que 'la lucha contra ETA debe planearse como una campaña de desratización aplicando una serie de técnicas tan viejas como la historia del mundo'.

La vía terrorista es incapaz de imponerse frente a un Estado que conserve la idea de su legitimidad

A la altura del 20 de abril de 1982 arremetía contra 'esos cómodos vigilantes de la doble moral para quienes sería bueno que la policía acabara por todos los medios con el terrorismo, pero sin que la sociedad se enterara demasiado de la sangre, el sudor y las lágrimas que cuesta defenderla'. Nuestro Jota Pedro abominaba de la 'neutralidad' y señalaba 'hay que acabar con ellos ayudando incondicionalmente a la policía y al Gobierno. Porque no es mancharse las manos obsérvese el toque sartriano, sino limpiarlas de la sangre con que estos bárbaros la salpican'. El 20 de octubre de 1983 pedía cerrar filas en torno al Gobierno de modo que 'sus aciertos en la lucha antiterrorista deben recibir aplauso, y sus errores comprensión' y después de referirse al santuario francés señalaba que 'el Estado español tiene legitimidad moral para recurrir a métodos irregulares'. La única responsabilidad que identificaba era 'por haber fallado' porque en su ecuación se trataba de 'terminar con ETA de la forma que sea'. Dos días después subrayaba que 'a Barrionuevo no habría que cesarle por estar consintiendo acciones irregulares en el sur de Francia, sino por cosechar tan pocos éxitos. El 15 de enero de 1984 escribía otra vez que 'si los que han conseguido escabullirse sienten durante los próximos meses el acoso no sólo del GAL sino también de la Gendarmería, va a ser muy difícil seguir planeando atentados al otro lado de la frontera'.

Cierto que este incitador pasó después a incorporarse entusiástico a la denuncia para obtener otras ventajas y consideraciones, sin ofrecer explicación alguna. Pero ahora el efecto indeseable de la dinamita etarra ha venido a ser la división de los demócratas. Sólo ése puede ser su éxito en estos días.

Miguel Ángel Aguilar. Periodista

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