Volver a encauzar a Europa
Alemania ha asumido la presidencia semestral de la Unión Europea con una ardua tarea por delante, según el autor, que examina las prioridades de este mandato. En su opinión, guiado por Berlín, el proyecto europeo puede llegar a encarrilarse de nuevo
Con la asunción, el lunes 1 de enero, de la presidencia de la Unión Europea, Alemania se enfrenta a una ardua tarea. Desde que se iniciara con éxito la ampliación de Europa a los países del Este, el proceso de integración se ha estancado. La situación sigue ensombrecida por el fracaso de la Constitución europea, tras los votos negativos en Francia y Países Bajos, y por el estancamiento de la denominada Estrategia de Lisboa.
La canciller alemana, Angela Merkel, sabe muy bien que debe reducir las expectativas de cara a la presidencia alemana de la Unión Europea en el primer semestre 2007. No será fácil reactivar el proceso de integración y superar las debilidades actuales.
Durante los últimos 50 años, la integración europea se centró esencialmente en la economía. Primero se introdujo el mercado único. Luego siguieron la libertad de establecimiento y la libre prestación de servicios, aunque estas libertades aún no se han completado en todas las áreas. El euro es una realidad desde hace más de siete años. Incluso la ampliación hacia Europa del Este ha demostrado ser un éxito, desafiando las profecías de muchos expertos. Pero, comparada con el ritmo de la integración económica, la integración política ha quedado muy rezagada.
La mejor forma de recobrar el apoyo al proyecto europeo y reavivar el entusiasmo es mejorar la situación económica, reforzando el crecimiento y el empleo
A nivel europeo, el proceso de toma de decisiones siempre ha implicado negociaciones complejas. Por eso, la apertura y la integración de mercados se realizan de forma lenta. Mucha gente considera las regulaciones provenientes de Bruselas como un obstáculo en vez de un progreso. Pocos se dan cuenta de que la liberalización de las telecomunicaciones, del transporte o de los mercados energéticos, así como la de los mercados financieros -y los beneficios resultantes para los consumidores- se deben a los esfuerzos de la Unión Europea.
Pero la Unión Europea también debe intentar recuperar el apoyo popular. Es esencial rendir tributo al principio de subsidiariedad que fue fundamental desde el comienzo y volvió a reforzarse en el anteproyecto de la Constitución. Desde luego, hay áreas políticas que la Unión Europea puede dirigir de una manera más eficiente que el Estado-nación: por ejemplo, la política exterior y de seguridad, así como algunas áreas de justicia o de política medioambiental.
En muchos casos, los impuestos y las regulaciones deben armonizarse para crear reglas de juego estables en los mercados. Aunque, en áreas como el mercado laboral y las políticas de asistencia social, el instinto regulador de la Unión Europea va demasiado lejos. A modo de ejemplo, se pueden citar los esfuerzos para equiparar el horario laboral en toda Europa, armonizar ciertos impuestos sobre el consumo o prohibir la publicidad de ciertos productos. El principio de subsidiariedad podría aquí aplicarse fácilmente.
La presidencia alemana debería centrarse en los siguientes factores clave:
¦bull; Se necesitan reformas institucionales y cambios en los procedimientos de voto para aumentar la transparencia de los procesos de toma de decisión de la Unión Europea y poder así acelerarlos. Este fue uno de los objetivos principales del fracasado anteproyecto que debería reanudarse sin demora. Los cambios previstos en el Tratado Constitucional podrían implementarse a través de una resolución del Consejo de la Unión Europea y paralelamente debería impulsarse el proyecto de Constitución.
¦bull; Deberíamos tomarnos más seriamente el principio de subsidiariedad. En algunas áreas, como en las políticas agrícolas y estructurales, devolver la responsabilidad de la Unión Europea a cada Estado ayudaría a incrementar la eficiencia y a reducir gastos.
¦bull; La mejor forma de recobrar el apoyo público al proyecto europeo y de reavivar el entusiasmo es mejorar la situación económica, reforzando el crecimiento y el empleo.
Aunque la responsabilidad de esto recaiga básicamente en cada Estado miembro, la Comisión Europea también tiene un papel que jugar. El compromiso con la prioridad al crecimiento, tal como se incluye en la Agenda de Lisboa, debe reflejarse más claramente en políticas operativas. Esto significa, en particular, abrir mercados, en el sector energético o en el de servicios por ejemplo, y seguir adelante con la integración del mercado financiero, prescindiendo de regulaciones demasiado costosas y contrarias al crecimiento, y analizando los fondos europeos, cuya mayor parte se destina a las subvenciones agrícolas y regionales.
Dado el estado actual de la Unión Europea, tampoco debería descartarse un debate acerca de la dirección prioritaria que debe tomar la política europea. Esto sería muy beneficioso para el avance del Proyecto Europa. Si todas las partes quisiesen asumir el reto, Europa, guiada por Alemania, podría encarrilarse de nuevo.
Michael Heise. Economista jefe de Allianz y Dresdner Bank