Avisos para navegantes
Dice el refranero español que 'a toro pasado, todos somos como Manolete'. Expresión utilizada para referirse a aquellas situaciones en que uno se pronuncia sobre cómo debió haberse actuado o qué decisión hubo de haberse adoptado ante una situación concreta; en el bien entendido que lo hace una vez conocidas todas las circunstancias derivadas de la misma. Se minusvalora la aportación realizada a posteriori por la simple razón de que es evidente que todos hubiéramos sabido cómo actuar y la opinión ya no tiene el mérito de su adopción en un entorno de incertidumbre como la inicial.
Pues eso es lo que le ocurre a casi todo el mundo, incluidos los antitaurinos, que en esto en poco o nada se diferencian de los devotos de la fiesta nacional. Por eso, y aun a riesgo de que me comparen con Manolete, que ya me gustaría a mí tener el porte del maestro, les ruego me permitan algunas consideraciones al respecto de lo ocurrido con Air Madrid.
Sin embargo y por raro que parezca, lo dicho con anterioridad para nada tiene que ver con la situación producida tras el cese de actividades declarado por Air Madrid. A fecha de hoy, transcurrido un periodo suficientemente amplio como para empezar a aclarar los detonantes de la situación, aún nadie puede afirmar qué fue primero, si el huevo o la gallina. Si todo venía de antiguo desde el momento mismo de la concesión de la licencia a una compañía carente de los medios precisos para su explotación; o si, por el contrario, fueron las advertencias del Ministerio de Fomento, referidas a la situación más que preocupante por la que atravesaba la compañía aérea, las que desembocaron en la declaración unilateral y previa de cese de actividad.
Pero si aún hoy tenemos dudas sobre los antecedentes, lo cierto es que pocas albergamos respecto de las consecuencias de la actuación. Porque lo que vino a continuación fue el caos. Caos en las redacciones de los medios de comunicación, dejando entrever nuevamente el debate sobre el negocio y la seguridad de las compañías de bajo coste. Caos también entre los usuarios de Air Madrid, de los que sólo unos pocos han conseguido la mitad de su objetivo, que es el de ir a su destino vacacional. Y digo lo de la mitad de su objetivo porque algunos ciertamente han conseguido ir. Pero, probablemente, para no conseguir volver. Y, últimamente, caos en los juzgados. Si de por sí ya era complicada la concurrencia jurídica de dos actos como la pérdida de la autorización ministerial y el cese de las actividades, más lo es ahora con la solicitud de concurso de Air Madrid en los juzgados mercantiles de la ciudad de su misma denominación, primero con carácter necesario por los acreedores e inmediatamente después con carácter voluntario por la propia sociedad.
En todo caso, lo que parece ser cierto es que las advertencias previas del Ministerio de Fomento, más que avisos para navegantes, no eran otra cosa que la crónica de una muerte anunciada. Y el inmediato cese de actividades de Air Madrid, el simple deseo de morir con las alas puestas. Y a nadie se le queda el cuerpo en condiciones tras la intervención de una compañía de aviación civil y, muy especialmente, cuando todo indica que la bola de nieve ha crecido a resultas de la inactividad o, cuando menos, lentitud en la actuación ministerial. Pues en una compañía como la suspendida, con una gran base de población inmigrante entre su clientela, cualquier otra fecha distinta a las previas a la Navidad hubiera sido preferible para minimizar los efectos de una medida tan drástica como la adoptada por el supervisor ministerial. Cualquiera diría que a falta de nieve otoñal, hacía falta una bola ministerial.
Y es aquí donde un ministerio no se puede permitir fallar. Ni puede permitirse el desempeño negligente de sus competencias de supervisión e inspección ni puede permitirse reconocer posibilidad de reacción a sus inspeccionados en situaciones de irregularidad.
Porque, a diferencia de otros, la mayoría de los españoles no volamos en avión ministerial.
Juan Ignacio Sanz Caballero. Profesor de la Facultad de Derecho de Esade