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Columna
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La previsible evolución de la pobreza

Los 863,7 millones de euros que va a pagar el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales a 8,3 millones de personas que perciben prestaciones contributivas tienen como objetivo compensarles por las seis décimas en que el índice de precios de consumo ha superado los dos puntos en que se había previsto que dicha medida de los precios iba a incrementarse en el año que ahora concluye. Las pensiones mínimas subirán bastante más que la inflación, con lo que el ministerio ha estimado que un total de 1,5 millones de personas mayores de 65 años con pensiones mínimas sin cónyuge a cargo sobrepasarán por primera vez el umbral de pobreza el próximo año.

Las noticias sobre pobreza, que tan buena acogida encuentran en los medios de comunicación, han de ser convenientemente matizadas, a pesar del riesgo de que el rigor reduzca su atractivo mediático. El denominado umbral de pobreza, manejado por los organismos internacionales y desarrollado para el caso de España por el INE a través de la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV), no atiende tanto a situaciones objetivas de las personas, de las que la ECV aporta una amplia e interesante información, como a la desigualdad en la distribución de la renta que fija la situación relativa de cada persona en relación con las demás. En este sentido, habrá más o menos pobres en función de cómo se distribuya la renta, y se entiende que son pobres relativos aquellos que no alcancen el 60% de la mediana de ingresos por unidad de consumo, siendo la mediana el valor que, ordenando a todos los individuos por su nivel de ingresos, separa el 50% de los que tienen menos del otro 50% de quienes tienen más.

El carácter relativo de este concepto de pobreza hace que sea muy difícil para el ministerio cumplir ese objetivo de que nada menos que millón y medio de personas superen el umbral de pobreza, fijado con datos de la ECV de 2005 en 6.348,8 euros anuales para hogares unipersonales, en los que el concepto de persona coincide con la denominada unidad de consumo. En efecto, aunque se verifique un aumento generalizado del nivel de riqueza, el valor mediano de la distribución de la renta también experimentará un incremento, de tal modo que, en el supuesto de que todas las rentas aumentaran en la misma proporción, seguiría existiendo el mismo número de personas con valores de renta más bajos de ese 60% del valor mediano, y por tanto en el umbral de pobreza, que antes de producirse dichos aumentos de renta.

De lo que no cabe duda es de que el esfuerzo social que implica incrementar las pensiones mínimas por encima del IPC, hasta cumplir el objetivo político de que en esta legislatura lleguen a aumentar un 26%, va a conseguir aliviar la situación de muchas personas que encuentran serios problemas para hacer frente a gastos de subsistencia, forma que ha sido utilizada en algunos países como Estados Unidos para medir la pobreza objetiva, que se fijaba en tres veces el coste de una dieta básica habitual.

No obstante, es de destacar que la paga compensatoria que recibirán los 8 millones de pensiones contributivas no va a ser capaz de conseguir que mantengan su nivel de consumo porque, nuevamente este año, los aumentos de precios han penalizado aquellos grupos de gasto que tienen mayor peso en la estructura de consumo de los hogares más modestos.

En efecto, un sencillo cálculo basado en datos de la Encuesta Continua de Presupuestos Familiares del INE y del IPC lleva a la conclusión de que si se elaborara un IPC específico para hogares con sustentadores principales mayores de 65 años estaría por encima del 3,4% anual, lo que implica que muchos pensionistas registrarán, al menos, una pérdida de poder adquisitivo de las 8 décimas que separan ese valor del 2,6% en que ha crecido el IPC del conjunto de la población.

El modo en que juega contra las rentas más bajas la aplicación del IPC medio se aprecia al considerar, por ejemplo, que en el grupo de hogares encabezados por mayores de 65 años sólo dos grupos de gasto, como el de vivienda, agua, electricidad y otros combustibles y el de alimentos y bebidas no alcohólicas, se llevan el 60,6% de sus gastos totales, un 50% más que en los hogares con sustentadores principales más jóvenes, habiendo aumentado un 4,7% y un 3,9%, respectivamente, los precios de ambos grupos de gasto, bastante por encima del valor medio del índice general de precios.

José Aranda. Economista y estadístico

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