La complacencia de los 'ricitos de oro'
Que la encuesta de gestores de Merrill tenga como referencia la economía ricitos de oro debería ser una mala noticia para el inversor. Esta expresión procede del cuento infantil de una niña que prueba tres tazones de leche hasta encontrar uno que no está ni demasiado caliente ni demasiado frío. Y es, también, uno de los iconos de la burbuja del Nasdaq de la segunda mitad de los años 90.
Por aquel entonces se había descubierto la piedra filosofal, es decir, el crecimiento sin inflación. Acompañado, por cierto, de una escandalosa burbuja de activos en el sector de la industria de tecnología y comunicaciones y de un exceso de inversión. No hay más ciego, dice el refrán, que aquel que no quiere ver, y por aquel entonces todos los observadores estaban maravillados con el nuevo paradigma económico en vez de fijarse en la viejísima dinámica especulativa que lo acompañaba.
Por eso, los ricitos de oro no son bienvenidos. Llaman a una etapa de complacencia que hacía pensar que el crecimiento económico y de beneficios era sostenible gracias, sobre todo, al incremento de la productividad derivada del avance tecnológico.
El inversor optimista no tiene en sus manos esta argucia hoy por hoy. De hecho, los incrementos de beneficios obedecen en buena medida a un entorno difícilmente mejorable en términos financieros. Con mucho dinero dispuesto a ser prestado, las grandes empresas cotizadas han tenido la posibilidad de realizar inversiones rentables que ya se están reflejando en sus cuentas.
Sin embargo, el mercado es plenamente consciente de que estas condiciones no son estructurales. De hecho, al tiempo que se prevé una sana desaceleración de la economía mundial -que evitará así los riesgos de inflación-, se espera que los beneficios empresariales aumenten a un ritmo inferior al 10% en el próximo ejercicio.
Más que volver a 2000, parece que el concepto de ricitos de oro se ha rebajado considerablemente a lo largo de la crisis. La complacencia es mala, pero que el mercado haya asumido que el mejor escenario es uno marcado por el enfriamiento mitiga este riesgo.