El baile libre de las divisas
La desacertada y temeraria decisión, afortunadamente corregida, del Gobierno de Tailandia de retener sin remuneración hasta un 30% del capital que llegue al país durante un periodo de un año ha puesto en guardia a los mercados financieros, que han reaccionado con desconfianza. Lo han hecho de tal forma por el efecto que puede tener para la seguridad de las inversiones en uno de los países más dinámicos del sudeste asiático, y por el riesgo, parece que conjurado, de que su decisión se contagie como una mancha de aceite a los países vecinos.
Las autoridades tailandesas han reaccionado de forma radical para defender a su moneda de una acelerada apreciación, que pone cada vez más dificultades en una economía que vive de la exportación. No obstante, la rápida rectificación de las medidas, tras serenar los ánimos en intercambios de impresiones con los inversores internacionales, ha vuelto las aguas a su cauce, aunque ha encendido una alarma nada despreciable: el desequilibrio existente ahora en el mercado de divisas en el mundo.
Dos cosas carecen de sentido económico en los mercados financieros ahora: la valoración apreciada del dólar, pese al insostenible déficit externo de la economía norteamericana, y la valoración depreciada del yuan chino en plena efervescencia de su economía. La situación de una divisa es consecuencia del precio de la segunda. Y mientras el billete verde sigue atrayendo los flujos de capital exterior para financiar el desahorro y crecimiento norteamericano, las autoridades chinas tienen maniatada su divisa para mantener un crecimiento económico exuberante, a costa de inundar de manufacturas baratas de consumo los mercados de todo el mundo.
La moneda tailandesa, el bath, es víctima de una apreciación acelerada con la moneda china, más que de su posición de intercambio con el dólar. Ese mismo problema lo tiene el euro, que ha soportado casi en exclusiva la pérdida de valor del dólar, ante el precio cerrado del yuan. Por ello, el euro, sin duda una divisa segura apalancada en una de las zonas económicas más importantes del planeta, sigue acumulando adeptos como refugio de reservas que únicamente ponen cada vez más difícil el desenvolvimiento de sus economías.
Los mercados de divisas están, en todo caso, en un punto de sensibilidad muy delicado. Es difícil pensar que se precisa un realineamiento impuesto de las monedas, como se hizo en los ochenta con el acuerdo del Hotel Plaza, puesto que casi todas flotan libremente para recoger en sus cotizaciones lo bueno y lo malo de las economías a las que representan. Pero la presencia creciente de la economía china con una divisa políticamente dirigida condiciona a las demás divisas.
El único realineamiento posible es que China acelere la modernización y flexibilización de su sistema bancario para soltar, aunque sea con cautela, la cotización de su moneda y que ésta recoja el peso real que aquella pujante economía tiene en el mundo. Las autoridades estadounidenses tendrán que hacer también movimientos para que sus déficits, ahora financiados sobre todo por ahorro externo proveniente de Asia y de los exportadores de crudo, caminen hacia el equilibrio y eviten una ruptura del equilibrio mundial.