El punto de inflexión
Muchos de los ejercicios de previsión de la evolución de la economía española coinciden en considerar que el proceso de recuperación de la misma iniciado en 2004 ha sobrepasado, o está a punto de sobrepasar, el punto de inflexión que se hallaría en torno a la tasa de crecimiento del 4% del PIB y, de esta manera, dan por seguro que el crecimiento económico en 2007 será inferior, aunque sólo sea en unas décimas, al que se estima que se habrá registrado en el presente año de 2006 (3,7% o 3,8%).
Yo no lo estimo así. Creo, por el contrario, que no tenemos por qué haber alcanzado la tasa máxima de crecimiento económico en esta fase de auge del ciclo y no veo signos de desaceleración de los diversos motores de la demanda interior, o exterior, que justifiquen ese pronóstico. De hecho, la mayor amenaza de desaceleración, la que afecta a la demanda de inversión en viviendas y su impacto sobre la actividad de la construcción, hace dos años que se viene anunciando sin que las estadísticas que reflejan este mercado lo ratifiquen.
Tampoco parece éste el caso en la actualidad, cuando han seguido creciendo el número de viviendas visadas y no se aprecia reducción en el inicio de la construcción de las mismas. Por lo demás, el resto de la construcción, edificios comerciales e industriales y obra pública de todo tipo, no sólo no se ve reducido ni en 2006 ni en los Presupuestos de 2007 -año electoral en ayuntamientos y muchas comunidades autónomas, y preelectoral en lo que se refiere a la convocatoria de las elecciones generales- sino que, por el contrario, el aumento es particularmente importante.
La economía española no tiene por qué haber alcanzado la tasa máxima de crecimiento en esta fase de auge del ciclo
Otro tanto pasa con la inversión en equipos -a pesar de que la estadística minusvalora sistemáticamente inversión en maquinaria y material de oficina, que si en el sector manufacturero o de la construcción no es tan importante sí constituye una parte sustancial de lo que se lleva a cabo en el sector servicios, que hoy representa la mayor aportación al PIB-. Esta inversión viene creciendo más que la que se materializa en construcción en los últimos trimestres.
Finalmente, si los tipos de interés previstos sugieren una ligera desaceleración del consumo muy contrapesada por el extraordinario aumento del empleo y de la riqueza de los españoles, la marcha de las exportaciones podría compensar esta evolución del gasto de consumo privado en un contexto de mayor crecimiento económico dentro de la Unión Europea y, en particular, en el área euro.
Claro que podría haber shocks repentinos o cambios bruscos en la política monetaria -la fiscal ya la conocemos y no admite cambios bruscos- que pudieran alterar este panorama. Pero ¿son probables? En el ámbito internacional no, por el momento al menos. El mundo crece bastante más, y de manera más equilibrada geoestratégicamente hablando, que en los anteriores auges de la economía española, el de finales de los ochenta y el de finales de los noventa del siglo pasado antes de la explosión de la burbuja de la nueva economía en este último.
Estados Unidos, que en ambos casos entró en recesión, está muy lejos de esa amenaza en estos momentos y los desórdenes cambiarios de ambas épocas -crisis del Sistema Monetario Europeo, SME, a principios de los noventa y de las monedas asiáticas, del rublo y de algunas latinoamericanas al final de la década- no se ven ahora en el horizonte. La economía mundial ha resistido la subida de los precios del petróleo y de otras materias primas aumentando su crecimiento por tercer año consecutivo y sin que aparezcan tensiones inflacionistas significativas en ningún lugar relevante.
Pero si miramos el panorama europeo tampoco se ven razones para esperar un cambio repentino de la política monetaria hacia escenarios más restrictivos. Ni la evolución de los desequilibrios internos -inflación- ni la de los externos -balanza de pagos de la UME y tipo de cambio del euro- lo sugieren. Antes al contrario, todo hace suponer que a lo largo de 2007 se detendrá la escalada de los tipos de interés instrumentada desde el Banco Central Europeo, lo que reducirá la incertidumbre y consolidará la recuperación económica que se halla todavía en sus primeras fases en el viejo continente.
Si miramos, en fin, a la propia economía española, uno se pregunta si, a pesar de los buenos resultados registrados por la misma en los últimos 10 o 12 años, y la satisfacción que ello nos produce, no estamos cayendo ahora en la época que Paul Krugman definió refiriéndose a los Estados Unidos de los años ochenta como la 'edad de las expectativas menguantes'. En los tres años que precedieron al punto de inflexión de la economía española al final de los ochenta -años 1987, 1988 y 1989- ésta creció a un ritmo medio del 5,5% a pesar de los elevados tipos de interés reales de la época.
Con tipos de interés reales mucho más moderados antes de alcanzar el último punto de inflexión en 2000-2001, la economía española había crecido en 1998, 1999 y 2000 a una tasa media del 4,7%. Sin embargo en el último trienio, 2004, 2005 y 2006, nuestra economía habrá crecido a un ritmo del 3,5% por término medio (o al 4%, cuando lo revise al alza el INE dentro de algunos años), lo que significa que: a) el aumento gigantesco del empleo no tiene nada que ver con nuestro potencial de crecimiento o b) España es la única economía que, en medio de una imparable difusión del desarrollo tecnológico, registra tasas despreciables de aumento de la productividad de manera indefinida e indefinible.
Hoy los tipos de interés reales siguen siendo notablemente bajos y, como ocurrió a comienzos de este siglo, tampoco se detectan ahora preocupantes tensiones inflacionistas en nuestra economía. Tampoco, por comparación a la última desaceleración significativa del crecimiento, en los años 2002 y 2003, se observa hoy una sobrevaloración de activos en el mercado de capitales como la que generó la cultura del éxito fácil a través de la llamada nueva economía.
Por todo ello me parece que, sin pretender disponer de una bola de cristal de mejor calidad que otros observadores, existen fundamentos para mantener que en esta fase de auge la economía española todavía no ha alcanzado su punto de inflexión. Al menos eso es lo que creo yo.
Carlos Solchaga. Ex ministro de Economía