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Paul Seabright

'La mujer no tiene poder porque no tiene contactos'

¿Qué acontecimiento cambió el curso de la historia?

En un primer momento, lo que ocurrió fue que en la evolución de la especie la hembra humana pasó de ser totalmente autosuficiente, como lo son las hembras del chimpancé, a requerir apoyo y protección por parte del macho para sostener a su prole, que necesita más cuidados y por mucho más tiempo que la de cualquier otra especie. Pero esto no explica totalmente la dependencia femenina. En realidad, lo que causó dicha sumisión fue la agricultura.

Nada ha hecho más daño al movimiento feminista que la agricultura...

Así es. Ellos tenían la fuerza y empezaron a acumular posesiones y a enriquecerse. Sus mujeres ya no tenían que trabajar, y las que lo hacían, las más pobres, estaban controladas en los campos por otros hombres. Lo cierto es que en una sociedad de cazadores recolectores, si tu marido te maltrata te marchas, pero en una sociedad agrícola, en la que la tierra siempre es propiedad de hombres, no siempre puedes.

Pero ahora las cosas ya no son así...

Efectivamente, hoy las mujeres tienen tanta capacidad de ganarse la vida como los hombres, pueden ser autosuficientes. Nuestra sociedad es en cierta manera similar a la de los cazadores y recolectores, sólo que ahora cazamos información.

Y, sin embargo, la mujer no se incorpora al poder y se necesitan cuotas...

Usted me pregunta por qué todo es tan difícil. Antes de darle la respuesta, déjame que le hable de los chimpancés…

¿Del chimpancé?

Sí. De los estudios del prestigioso primatólogo holandés Frans de Waal sobre las coaliciones de machos y hembras. Según De Waal, ellas forman coaliciones menos numerosas, pero más estables y leales, ellos relaciones más inestables, pero más capaces de adaptarse a las nuevas oportunidades. Dos chimpancés que se están peleando pueden dejar de hacerlo y unir sus fuerzas si se les pone delante el alimento.

Volvemos a la biología...

También la sociología ha estudiado este tipo de relaciones: cómo funcionan los vínculos fuertes y cómo lo hacen los débiles. Los hombres tienen más tendencia que las mujeres a establecer vínculos débiles con sus semejantes. Sólo hay que ver el uso que dan al teléfono móvil. Ellas lo usan para llamar a sus familiares y amigas, ellos para hablar con conocidos y compañeros de profesión. Los sociólogos han demostrado que cuando se trata de un puesto de trabajo es más fácil obtenerlo a través de un vínculo débil que a través de un vínculo fuerte, porque la gente más cercana no siempre trabaja en tu entorno laboral. Ellos conocen a más gente y establecen más contactos que les permiten progresar en sus carreras. Ellas suelen relacionarse sólo con aquellas personas a las que aprecian o quieren, gente que les reporta un beneficio emocional.

Así de simple...

Hay quien cree que la discriminación nace del apego al poder de los hombres, y quien asegura que se debe al poco gusto que ellas tienen por los entornos competitivos. Ambos tiene razón, en parte. Yo creo que hay una tercera causa que explica la guerra de los sexos y es ésta: la dificultad que tienen las mujeres para establecer redes de contactos débiles. Si las profesionales hubieran sido conscientes al principio de sus carreras de la importancia que tiene en el mundo laboral tener buenos contactos y los hubieran cuidado, sus éxitos y su cuota de poder serían mayores.

'Las empresas necesitan la creatividad femenina'

Paul Seabright (Inglaterra, 1958) ha trazado una línea sutil entre biología y economía para explicar por qué es tan difícil poner fin a la guerra de los sexos. El profesor de la Universidad de Tolouse alienta a las profesionales a seguir sus consejos.

Hace unos años, Seabright decidió cambiar de tercio. Cerró la página que le había convertido en experto en desarrollo industrial y se embarcó en una aventura apasionante, la de descubrir qué influencia tienen biología y economía en el conflicto entre los sexos.Paul Seabright vislumbra un futuro prometedor para la mujer trabajadora. 'Las compañías necesitan la creatividad de las mujeres, y lo saben. No les va a quedar más remedio que cambiar la organización del trabajo y los horarios para no perderlas', asegura. Y pone como ejemplo el caso de muchos despachos de abogados que contemplan con estupor cómo sus mejores profesionales abandonan sus carreras a partir de los 30 años porque son incapaces de cumplir con unas jornadas interminables. El economista bromea sobre el teletrabajo y el descubrimiento que los hombres están haciendo de sus hijos 'y de sus mujeres. A veces las relaciones no son fáciles, pero éste no es un problema de la empresa', concluye divertido.

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