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Columna
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El nuevo parto del gigante

Después de años de retraso, Microsoft ha lanzado su nuevo y esperado sistema operativo, denominado Windows Vista, que reemplazará progresivamente al archiconocido Windows XP. Con su habitual espectacularidad, el lanzamiento internacional se realizó en el mercado tecnológico de Nueva York, el Nasdaq, el último día de noviembre. Actuó como padrino de la criatura el vicepresidente de Microsoft, Steve Balmer, acompañado de los gigantes de la informática, HP, Dell y Lenovo.

Asimismo, también se presentó una nueva variante para el paquete Office, que estará disponible a partir del 30 de enero del próximo año. Dado que estos sistemas vendrán preinstalados en los ordenadores que adquiramos a partir de esa fecha y con objeto de no perjudicar las ventas navideñas, se entregarán unos vales para la instalación en febrero de los ordenadores adquiridos en el presente diciembre y enero.

Las mejoras, según sabemos por la propia empresa, y sin haberlas podido todavía comprobar, son sensibles en todos los ámbitos. Sería prolijo el detallarlas, pero hacemos un acto de fe al creer que nos facilitarán nuestro trabajo de usuarios. Microsoft, como ya ocurriera en los anteriores lanzamientos, se la juega con el nuevo producto. Suponemos que llegará archicomprobado, inmune a fallos que pudieran deteriorar su imagen. De hecho, el retraso se ha debido a la incorrecta realización de las primeras versiones, que originó, según se rumorea, el completo relevo de los responsables del proyecto.

Microsoft ha alcanzado tal situación de dominio del mercado que sus peores ogros son los tribunales de la competencia

Hecha esta cautela, suponemos que el lanzamiento será un éxito, y que responderá a las previsiones de la empresa. De hecho, muchos usuarios aguardan el nuevo sistema desde hace meses, y correrán para instalarlo. Esperemos que la transmisión de los datos, documentos y archivos que tenemos en el antiguo XP sea fácil y segura.

Microsoft ha alcanzado tal situación de dominio del mercado que sus peores ogros son los tribunales de la competencia, que lo acosan tanto en EE UU como en Europa. De hecho, se ha juzgado y sentenciado que la compañía abusa de su omnipresencia para instalar a bajo coste alguno de sus programas, haciendo una competencia desleal a otros que llegaron antes al mercado. Pero al final todo se queda en agua de borrajas. Mediando negociación en unos casos, y pagando algunas sanciones en otros, el gigante sigue copando la práctica totalidad del mercado. Ojalá no fuera así, y los compradores pudiéramos comparar precios y calidad con la competencia, pero la realidad es la que es. Probablemente, en el campo de los ordenadores personales, Microsoft será imbatible por algún tiempo.

Los usuarios agradecemos no tan sólo el correcto funcionamiento de sus sistemas, sino, sobre todo, el que sea el estándar universal con el que podamos entendernos con usuarios de todo el mundo, sin necesidad de los complejos programas de traducción de lenguajes que padecimos al inicio de la era informática. Ese deseo de homogenización y simplificación trabaja a favor de Microsoft, que se ha convertido en el sistema por antonomasia. En efecto, el 95,9% de los ordenadores del planeta lo utilizan, frente al 2,5% que prefieren Mac Os, o al 1,6% que prefieren los sistemas Linux de software libre.

En su propio terreno de juego nadie podrá competir con él. Sus únicos enemigos posibles son el pirateo -que le afecta intensamente- y la tentación de autocomplacencia. Desde luego, hasta la fecha no han cesado de investigar y ponerse al día. Seguro que desde hoy mismo ya están trabajando e investigando para la nueva versión que sustituirá al Vista. Otra cosa es en el ámbito de internet, donde compañías como Google les comen terreno todos los días. Nadie sabe cómo evolucionará la tecnología, por lo que Microsoft deberá batirse el cobre en todos los ámbitos tecnológicos si desea mantener su absoluta hegemonía.

Pero el nuevo parto del gigante también traerá un pan bajo el brazo para otros muchos. Tiene razón la compañía al afirmar que por cada euro que ellos ingresan por la venta de sus programas, las restantes empresas del sector moverán cinco o seis. Pensemos nada más en las ingentes cantidades que se invierten en formación tecnológica -mucha de ella se limita al aprendizaje de los programas de Office- o en la adquisición de los libros y manuales de aprendizaje. Bienvenida sea, en todo caso, la nueva criatura.

Manuel Pimentel. Microsoft ha alcanzado tal dominio del mercado que sus peores ogros son los tribunales de la competencia

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