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Columna
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Hacienda defrauda

La pasividad de las autoridades del Ministerio de Economía y Hacienda en el conflicto con el cuerpo técnico contrasta, según el autor, con la intensa actividad en otros ámbitos, como la publicidad del nuevo IRPF. Una reforma que, en su opinión, opta por mantener una clara línea de continuidad

Desde hace semanas, los actos de protesta y las movilizaciones de los funcionarios del cuerpo técnico de la Agencia Tributaria van aderezados con la llevanza de camisetas que incorporan con grandes letras la inscripción 'Hacienda defrauda', acompañada, con letras significativamente más pequeñas, de 'a sus técnicos'. Aún más, se ha generalizado como costumbre que el jueves sea el 'día de la camiseta', y muchos contribuyentes han sido atendidos en las oficinas de Hacienda con funcionarios uniformados de esa peculiar manera. Se ha llegado a tal punto que hasta en una reunión de trabajo con directivos territoriales de la Agencia Tributaria algún participante asistió vestido con la camiseta.

De forma complementaria, se han iniciado unas huelgas sectoriales rotatorias, por las que en sucesivas semanas se declaran en paro por turnos los técnicos de las respectivas áreas funcionales de la Agencia Tributaria y del ministerio. La semana pasada correspondió a los técnicos de Aduanas -la anterior a los de la Intervención General del Estado-, con niveles de seguimiento que resultan inciertos para los terceros, pues los datos ofrecidos por las dos partes en conflicto difieren de manera notable -seguimiento generalizado para unos, seguimiento testimonial para otros-.

Lo folclórico de la situación no llega a ocultar las dos preocupantes realidades que en ella convergen. Una, el conflicto es muy grave. Así lo atestiguan su prolongación en el tiempo, la intensidad con la que se manifiesta y la evolución creciente de ésta. Dos, la incomprensible pasividad de las autoridades del Ministerio de Hacienda. En efecto, esta actitud, tanto si refleja una dejación de responsabilidad como si responde a decisión táctica -el que no sabe qué hacer suele escudarse en que es mejor no hacer nada- viene resultando claramente ineficaz pues, lejos de aplacar los ánimos, el mero paso del tiempo está aumentando su belicosidad.

En cambio, lejos de ser pasivo, el ministerio está resultando muy activo en desarrollar esfuerzos publicitarios. Al respecto, llama la atención el último ejemplo proporcionado por la Agencia Tributaria. En efecto, lo habitual -y por otra parte lo razonable- es que la Agencia desarrolle campañas de publicidad con fines informativos vinculadas a los periodos de declaración del IRPF -informando a los contribuyentes sobre los plazos, servicios de ayuda, teléfonos de interés, etcétera-, o relacionadas con la aprobación de reformas tributarias -difundiendo y explicando sus principales novedades-. En ambos casos se cumple con una obligación de la Agencia Tributaria como es facilitar al contribuyente el cumplimiento de sus obligaciones fiscales.

Por el contrario, la última y sorprendente acción publicitaria desarrollada por la Agencia Tributaria se enmarca en lo que son campañas para potenciar una marca o para reforzar una imagen. Sin cumplir ninguna función ni de información ni de divulgación tributarias, se limita a publicitar que la Agencia lucha mucho y bien contra el fraude. Cosas veredes, que le dijo Quijote a Sancho.

Afortunadamente, el Ministerio de Hacienda se dedica también a otras cosas. La nueva reforma del IRPF recientemente aprobada por ley lleva claramente la impronta del vicepresidente Pedro Solbes -sensatez y prudencia-. Al constatar que desde la reforma de 1998 -parcialmente modificada en 2003- el impuesto está funcionando correctamente, se ha optado por hacer una reforma ligera, que mantiene al IRPF en una clara línea de continuidad.

Son varios los aspectos de la reforma que pueden ser elogiados. En ese sentido, es un acierto mantener el gravamen de las ganancias de capital a un tipo fijo -antes 15%, ahora 18%- en vez de someterlo a la tarifa general, porque una cosa son los discursos que se hacen desde la oposición y otra afectar a la funcionalidad de un impuesto tan importante como es el IRPF.

También es positivo que se haya desechado la idea del tipo único -que defendieron y argumentaron Jordi Sevilla y Miguel Sebastián-. Es evidente que su aplicación provocaría inevitablemente en el impuesto o una disminución de progresividad o una pérdida de recaudación o ambas cosas simultáneamente.

Es importante el esfuerzo que se realiza en la actual reforma del IRPF por dotar de un marco fiscal adecuado al problema creciente del envejecimiento y la dependencia. En definitiva, las normas fiscales contribuyen a la solución de un problema social y económico de primer orden.

Por el contrario, de la reforma debe criticarse que no se haya atrevido a mantener la apuesta por la reducción de impuestos iniciada hace ocho años, máxime cuando los resultados obtenidos han sido claramente satisfactorios. En efecto, las dos rebajas del IRPF realizadas en 1998 y en 2003, además de disminuir la factura fiscal del contribuyente, tuvieron efectos económicos muy positivos -tanto en términos de actividad económica como de creación de empleo-, resultando ser factores que coadyuvaron a prolongar el ciclo positivo más duradero de la economía española.

Ignacio Ruiz-Jarabo Colomer. Ex director general de la Agencia Tributaria (1998-2001), ex presidente de la SEPI y presidente de PAP-Tecnos

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