Modelo Royal
Hace dos meses Ségolène Royal, la recién nominada candidata a la presidencia de Francia, fue la protagonista absoluta de la conferencia política del PSOE, no por haber proporcionado a los periodistas titulares de alto contenido político ni a los asistentes reflexiones que sacudieran su pensamiento, sino porque el morbo que siguen provocando la mujeres en el poder suple todas las carencias. Y, donde quiera que vaya, Royal tiene garantizada la primera plana.
La impresión que da es que ella lo sabe y en lugar de crisparse contra una sociedad que se sigue sorprendiendo al ver a una mujer en posiciones de poder, lo utiliza a su favor con una habilidad magistral.
Llegó al Palacio de Congresos hacia las tres de la tarde, con un traje de chaqueta blanco y un discreto séquito. Cuando subió al escenario una hora después, flanqueada por la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, y por Carmen Alborch, en una entrada al más puro estilo convención norteamericana, Royal lucía otro modelo y la misma sonrisa tranquila, discreta, segura y seductora. Al verla allí sentada, irradiando encanto, era inevitable compararla con Margaret Thatcher o con Angela Merkel, y pensar que hay que tener esa francesa certeza en las propias capacidades para atreverse a preparar mejor el vestuario que el discurso.
Ségolène Royal ha sabido resaltar esa incapacidad de sus rivales para aceptarla como un igual y hacer que se volviera contra ellos
Y no porque los hombres políticos no lo hagan. El presidente, por ejemplo, se viste de progre sindicalista en la fiesta minera de Rodiezmo, informal y moderno con los estudiantes, encorbatado y solemne en una declaración institucional, formal pero dinámico en los pasillos del Congreso Sus palabras no están siempre a la altura de las circunstancias, pero su aspecto sí. Royal demuestra que una mujer política también juega en ese tablero y que lo hace con ventaja.
El debate en el que Royal participó en septiembre en Madrid trataba de las políticas de igualdad entre hombres y mujeres. Al preguntarle sobre las barreras que se encontró para llegar hasta donde está, la candidata repasó, sin perder la sonrisa, los comentarios impertinentes que tuvo que escuchar o el menosprecio con que la trataron los contrincantes de su propio partido.
En otra muestra de inteligencia política y mediática admirables, ella ha sabido resaltar esa incapacidad de sus rivales para aceptarla como un igual, y hacer que se volviera contra ellos. Royal comenta con sorna y sin ninguna agresividad antimasculina las dificultades de los hombres, de algunos hombres, para aceptar un mundo en el que sus rivales o sus aliadas son mujeres, pero no es una adalid del victimismo que convierte a las mujeres en inválidas funcionales que reclaman muletas para llegar al final del camino que se han propuesto recorrer.
Royal, Merkel, Thatcher, son mujeres que han desarrollado su carrera con éxito por su habilidad para manejar los resortes del ascenso político. Cada una ha tenido la inteligencia de percibir lo que demandaba la sociedad en un momento difícil, ha sabido manejar los tiempos y ha encontrado la fórmula más efectiva para conectar con sus electores. Thatcher tenía dos ideas muy simples: esfuerzo y mercado; Merkel, un discurso político ambiguo, que le facilitó conseguir una gran coalición de gobierno, y Royal todavía no ha articulado un verdadero programa. No se diferencian mucho de quienes fueron sus contrincantes, ya se llamen Major, Schröder o Fabius, porque a la hora de ejercer el poder, el sexo no es un determinante. Royal ha tenido que empezar por lo más difícil: conseguir que su partido la nomine candidata compitiendo públicamente con dos pesos pesados duros de roer.
Ahora que se ha empezado a discutir en el Congreso la Ley de Igualdad, que incluye las cuotas obligatorias de mujeres en las listas electorales, podría ser un buen momento para reflexionar sobre las ventajas, para las propias mujeres que quieren hacer carrera política, del modelo Royal: pelea, sé la mejor y gana.
Una alta responsable del Partido Socialista español, en un debate público sobre las cuotas de mujeres, dijo que las defendía porque estaba harta de perder batallas dentro de su propio partido. No hay por qué dudar de su palabra y que sea cierto que el PSOE es un lugar duro para las mujeres, pero seguramente no será peor que el Partido Socialista francés. En lugar de apostar por esa victoria pírrica que es llegar a un cargo porque 'soy mujer y me toca', podría seguir el ejemplo de Royal y ser tenaz, atreverse a sacudir a su partido, pelear mejor y conseguir lo que quiere en buena lid. Quizás llegar le lleve más tiempo y más esfuerzo, pero no solamente ella habrá salido ganando: la vitalidad de su partido y la imagen social de las mujeres, también.
Elena Carantoña. Socia de Management Between 2