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Columna
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Avances y peligros

Parece que Ernest Renan habría tenido razón al sostener, hace más de un siglo, que 'el olvido histórico, incluso el yerro histórico, constituyen factores sustanciales en la formación de una nación, y que, por esa misma razón, el avance, el progreso de la historia como ciencia es, con frecuencia, un peligro para la nacionalidad'. A partir de ahí, Eric Hobsbawm, nuestro autor de cabecera, propone como una bella tarea para los historiadores la de ser un peligro para los mitos nacionales. En todo caso, esta cuestión de los mitos y de las tareas emprendidas para la 'construcción nacional' debería merecernos alguna reflexión después de los resultados de las elecciones catalanas del pasado 1 de noviembre.

Sorprende que los 90.000 votos obtenidos por el Partido de los Ciudadanos (PC), que les han valido para la obtención de tres escaños, sólo hayan merecido descalificaciones descompuestas, que se prefiera pasar por alto el cómputo de 60.000 votos en blanco, una cifra de cuantía sin precedentes, y que el registro de la más alta abstención de la historia de Cataluña -casi 20 puntos superior a la alcanzada en las elecciones generales de marzo de 2004- siga sin concitar la autocrítica de los partidos tradicionales. Máxime después del referéndum sobre el nuevo Estatut celebrado el pasado junio con una participación del 48,8%, es decir, 11 puntos por debajo de la que se activó con ocasión del anterior Estatut hace 27 años en 1979.

Como ha escrito Patxo Unzueta en su columna del diario El País, quienes como el reputado politólogo J. M. Colomer sostuvieron en febrero pasado lo inverosímil de suponer que el 90% del Parlamento de Cataluña (que se había sumado a la primera redacción del Estatut) pudiera ser ajeno y contrario a las preferencias del 90% de los ciudadanos, nos deben ahora, cuando las urnas han hablado por dos veces con claridad inapelable, una explicación que sigue pendiente. ¿De dónde sacaron los promotores del nuevo Estatut que con ese texto venían a responder a la demanda inaplazable de la población? O es que la clase política instalada opera como los zahoríes y es capaz de detectar dónde se encuentran los yacimientos ocultos de la verdadera voluntad del país, más allá de los desfallecimientos o desviaciones de un electorado veleidoso. ¿Acabarán como nuestro Luis María Anson hablando del referéndum de los siglos después de arrodillarse ante Wifredo el Velloso y recibir la bendición del abad de Monserrat?

El caso es que, cuando se cumple uno de esos aniversarios redondos del nacimiento, muerte o exaltación de José María Pemán, sin que se observen especiales invocaciones al prócer, ni veamos promover programas ad hoc a la Sociedad para las Conmemoraciones Culturales, valdría la pena recuperar el grito conmovido del Divino impaciente porque 'mientras se despeña el río, se está secando la huerta'. Lo que viene a significar para nuestro caso que mientras todas las energías de la dirigencia política en Cataluña se concentran en averiguar y reforzar las señas de identidad nacionales, mientras todo parecen ser himnos, banderas, morenetas, lengua propia y lengua impropia, carnet por puntos del buen catalán y demás zarandajas, decaen los emprendedores y emigran las empresas hacia áreas de mejor acogida. Y ahí está, por ejemplo, el puerto de Valencia con cifras de actividad muy por encima del de Barcelona.

Pronto llegará el momento de interrogarnos sobre qué ha quedado del tan bien ponderado oasis catalán. Y tal vez por esa senda lleguemos a comprender cómo, en medio de una campaña electoral que en apariencia se ha disputado a cara de perro, nadie ha emplazado a nadie para explicar a los contribuyentes qué se hizo del 3% de comisiones sobre la obra pública que aplicaron los gobernantes de esa comunidad autónoma para su beneficio particular y partidista durante 23 años. ¿Se habrá renunciado a esclarecer ese conflicto en aras de las prioridades de la construcción nacional que a todos nos reclama? ¿Se confirmará la leyenda de aquella viñeta de El Roto según la cual 'una buena bandera lo tapa todo'? Atentos.

Miguel Ángel Aguilar Periodista

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