Ganas de comprar y de vender
El bolsista está ante un complejo dilema. Un dilema, eso sí, de los agradables, de los que el inversor desea tener cuando vienen mal dadas, pero un dilema al fin y al cabo. Se produce cada vez que mira la pantalla y observa las ganancias que ha amasado en las últimas semanas de locura bursátil.
Tiene ganas de comprar. La experiencia de los últimos días le ha enseñado que el mercado ha seguido tirando hacia arriba por más advertencias y llamadas a la calma que se escuchasen. Las operaciones empresariales han llevado la Bolsa a la zona del 13.500, pero lo cierto es que la famosa reordenación eléctrica está todavía en la fase de preparativos. Y que sigue habiendo dinero en el mercado con ganas de aprovechar este buen momento.
Al fin y al cabo, la Bolsa no está cara, y ayer mismo se aliviaron los temores a subidas de tipos en Estados Unidos o a una desaceleración mayor de la cuenta debido al pinchazo inmobiliario, también en ese país. Por eso en días como ayer, o cuando se extienden rumores de nuevos movimientos accionariales, o cuando la Bolsa flojea una pizca, parece que falte tiempo para comprar.
Sin embargo, no es raro que en este contexto el mercado se levante un día con el pie cambiado y lo que estaba medio lleno pase a estar medio vacío. Entonces es cuando pesan argumentos como que en tres años y medio apenas se han registrado correcciones, o que la Bolsa ya ha subido un 25% este año, o que la prevista desaceleración económica no se ha reflejado en el mercado. Y el Ibex baja con fuerza, como anteayer.
Es normal. Lo raro sería lo contrario, que la demanda de acciones se elevase a medida que se hacen más caras. Y esta ambivalencia seguirá mientras no lleguen noticias determinantes. Por eso se buscarán excusas para comprar o vender antes de que el mercado tome una tendencia definida o se estabilice.