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A fondo

La Comisión Europea empieza a quedarse sin trabajo

Hay poco que hacer estos días en la mayoría de los departamentos de la Comisión Europea. Casi nada, en algunos. Y los días de pronto son años. Dos, para ser exactos. En concreto, desde que José Manuel Barroso llegó a la presidencia del organismo. Y el prolongado parón, agravado por el descarrilamiento de la Constitución europea, empieza a provocar tensiones entre los comisarios de Barroso y frustración entre muchos de los 22.657 funcionarios a sus órdenes.

Pero lo peor quizá está por llegar. En enero de 2007 se pasearán por Bruselas dos nuevos comisarios (los de Rumanía y Bulgaria) para repartirse un trabajo que ya escasea para los 25 actuales. Y en lontananza aparece lo más parecido a un expediente de regulación de empleo que ha vivido la Comisión Europea en sus cincuenta años de historia.

'La UE está viviendo un cambio de paradigma', adorna el portavoz oficial de Barroso el largo periodo de inactividad. Y la misma retórica convierte los recientes exabruptos de algunos comisarios y el malestar de los sindicatos de funcionarios en 'la tensión creativa necesaria para que los cambios ocurran'.

La UE quiere congelar la contratación de funcionarios y suprimir 500 puestos de trabajo en Bruselas

En Bruselas, sin embargo, la creatividad y la tensión parecen más ausentes que nunca. El miércoles, por ejemplo, solía ser el día grande de la Comisión Europea. El pleno semanal de ese día marcaba la agenda comunitaria con proyectos legislativos que intentaban hacer avanzar el mercado interior, la ampliación o el euro.

Pero los miércoles de Barroso son casi tan anodinos como los martes o los jueves. O el resto de la semana. Pongamos, por ejemplo, el 20 de septiembre. Son las 9:07 de la mañana. Nada menos que el presidente, cuatro de sus cinco vicepresidentes y 16 de sus 19 comisarios se sientan en torno a la imponente mesa de la Comisión. Hay 19 asuntos en la agenda, entre ellos, la reforma de la organización común del mercado del plátano, la aplicación del Pacto de Estabilidad en Reino Unido o varios nombramientos.

La 'trascendental' reunión duró, según el acta levantada, una hora y ocho minutos. Las escasas decisiones, como casi siempre, llegaron precocinadas a la sala de la CE, dejando muy poco margen a los comisarios para aderezarlas con un impulso político.

'Mi opinión es que demasiadas cosas las deciden los altos funcionarios', ha bramado el vicepresidente de la CE, Gunter Verheugen, en una polémica entrevista que le ha enfrentado con los representantes sindicales de sus funcionarios.

La indignación del alemán, probablemente, está ligada al hecho de que su propia cartera, presentada en 2004 como la de un supercomisario de economía, se ha devaluado hasta acabar siendo casi irrelevante. Pero delata también el creciente disgusto de los comisarios, animales políticos al fin y al cabo, con un organismo que pierde altura por momentos.

La tendencia no ha pasado desapercibida en los países más euroescépticos (o europragmáticos), que quieren aprovechar el parón actual para reducir también la cintura de la temida Bruselas. El Consejo de ministros de la UE, en una iniciativa impulsada sobre todo por el bloque nórdico y anglosajón, ha pedido que se congele la incorporación de personal a las instituciones comunitarias, dejando sin cubrir las bajas por jubilación. El plan prevé también la supresión antes de 2010 de 500 puestos de trabajo en la Comisión.

'Es un recorte enorme', se ha rebelado la comisaria europea de Presupuestos, Dalia Grybrauskayté. 'Supondría la desaparición de al menos 1.700 puestos entre 2007 y 2013, o el 8,5% de la plantilla actual'. La CE cuenta con el apoyo del Parlamento europeo para mantener el nivel de empleo actual. Pero la prolongada parálisis institucional juega a favor de los partidarios de introducir un drástico recorte de personal. La recámara de proyectos legislativos que dejó la Comisión de Romano Prodi (las directivas sobre la regulación del sector químico y la liberalización del sector servicios) está a punto de agotarse y el propio Parlamento puede quedarse también pronto sin trabajo. La Eurocámara corre el riesgo de llegar a las elecciones de 2009 con un balance de resultados, más allá de resoluciones sobre asuntos que escapan a su jurisdicción, bastante menguado. Una circunstancia que no contribuirá a la credibilidad de una institución que, como ayer reconocía su vicepresidente, Alejo Vidal-Quadras, 'necesita desesperadamente elevar el nivel de participación en las próximas elecciones'.

Mal repartidos

La dudosa distribución de los funcionarios por departamentos también alienta la impresión de que en ciertos edificios en la Comisión sobran despachos. Una dirección general como la de Empleo, sin apenas poder, cuenta con 544 funcionarios y 217 contratados externos. La de Competencia, que tiene la última palabra administrativa sobre las fusiones empresariales de mayor envergadura, dispone de 575 personas de plantilla y 99 contratadas.

La escasez de personal en ese departamento se pone de manifiesto en las inacabables investigaciones sobre carteles empresariales o en la acumulación de expedientes sobre ayudas de estado.

El caso más alarmante, sin embargo, atañe probablemente a las políticas comunitarias de nuevo cuño, como puede ser la incipiente gestión común de los flujos migratorios. La Agencia europea de fronteras (Frontex), por ejemplo sólo se creó hace un año y por ahora no dispone más que de 68 personas.

La congelación de la plantilla, si no va acompañada de un redistribución de funcionarios, puede impedir que la UE desarrolle nuevas prioridades. Una circunstancia que quizá no inquiete a los países más reacios a compartir soberanía, pero que otros, entre ellos España, observan con creciente preocupación.

'La parálisis actual es política, no burocrática', advierten fuentes próximas al Gobierno español 'No se puede aprovechar este bache para intentar justificar un recorte a la ambición de los proyectos comunitarios'.

España recuerda que la Constitución europea prevé el desarrollo de nuevas políticas comunes en áreas como justicia e interior, lo cual requerirá una dotación de personal adecuada. La entrada en vigor de ese texto, sin embargo, sigue siendo tan incierta como el futuro de una Comisión sumida en el pesimismo y la división.

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