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Tribuna
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Nuevos retos para el liderazgo de hoy

En los últimos tiempos el mundo empresarial ha cambiado enormemente. Las nuevas realidades político-económicas, junto con el progreso cada vez más notable de las nuevas tecnologías, están influyendo en las organizaciones y en la forma en que éstas deben estructurarse para competir en el mercado global.

Este reto competitivo al que tienen que enfrentarse las empresas está intensificándose constantemente y, en consecuencia, sus directivos y ejecutivos se ven obligados a desarrollar nuevos comportamientos y habilidades de liderazgo de cara a conseguir sus objetivos y sobrevivir a este nuevo contexto.

Para adaptarse al nuevo entorno, las empresas reformulan su misión, su cultura y su estructura de recursos. La complejidad de las cuestiones a resolver necesita del trabajo en equipo ya que, para funcionar eficazmente, no basta sólo con conocimiento; son decisivas las habilidades de relación interpersonal: saber escuchar, interpretar, comunicar e influir, o dicho de otro modo, generar y sostener relaciones de trabajo efectivas.

En este escenario surge el directivo líder, el cual debe, en primer lugar, nutrirse de los elementos necesarios que le permitan una adecuada preparación profesional, dominando y conociendo los diferentes métodos y estilos de dirección de acuerdo a las normas y la práctica actual.

El directivo está obligado a aprender a utilizar su potencial como ejecutivo y buen gestor, aprender una adecuada capacidad de negociación y dominar la buena comunicación, consiguiendo con ello persuadir a sus clientes. O dicho de otro modo, buscará la oportunidad de adquirir las mismas habilidades de quienes lideran el mundo de la comunicación interpersonal. Para ello, mediante su carisma tendrá la capacidad de transmitir su visión empresarial a los empleados y conectar los objetivos corporativos con los intereses personales de los miembros de su plantilla.

Desde la posición de liderazgo se entiende también la gestión del talento, pues el directivo ha de saber sacar la potencialidad de sus equipos. Por ello se entiende la labor de construir en su plantilla espacios de equilibrio emocional para rendir más, sin lo cual no se pueden exigir resultados: trabajo bien hecho, proyectos cumplidos, objetivos realizados, alianzas, etcétera. Se trata de generar espacios de trabajo inteligente.

Si tuviéramos que exponer los 10 rasgos del líder que demandan los nuevos tiempos, serían los siguientes: 1) capacidad de aprendizaje; 2) visión global y prospectiva; 3) creatividad e innovación; 4) creador de sinergias; 5) acción orientada a resultados; 6) asunción de riesgos; 7) compromiso ético; 8) transmisión de coherencia en lo que se piensa, dice y hace; 9) conversión en un referente, y 10) diseño y manejo del cambio personal y organizacional.

El directivo, además, es líder del direccionamiento estratégico, vela por la acertada definición de los planes futuros y provee una dirección a largo plazo, permitiendo ir más allá del día a día y motivando un pensamiento más dirigido. Este desarrollo de estrategias garantiza la realidad externa e interna de la organización que dirige, así como las necesidades y expectativas de la comunidad sobre el servicio que presta, posibilitando prever el futuro y anticiparse a él. En definitiva, el directivo ha de ser formado en sus habilidades, recursos y estrategias que le ayuden a optimizar su rendimiento, facilitándole así su gestión y el logro de sus objetivos con un menor desgaste y gestionando a su vez las tensiones del trabajo diario para lograr un equilibrio personal.

El buen manejo de estas habilidades y de las emociones es precisamente el factor diferencial de los directivos de éxito, por ello deberá analizar las estrategias que faciliten el desarrollo de competencias que le permitan la consecución de sus objetivos.

Además, deberá desarrollar habilidades de comunicación idóneas ante situaciones de conflicto en el equipo y conocer estrategias para gestionar la tensión y las emociones negativas con el fin de lograr que los acontecimientos que no podemos gestionar nos afecten sólo lo justo.

Por último, su posición en las organizaciones le convierte en un creador de opinión y en un transmisor de valores. Sus decisiones, prioridades y prácticas de trabajo acabarán influyendo en el clima y las actitudes que contribuyan a conformar el talante de una sociedad. De la eficacia y la eficiencia de la labor de dirección, de su referencia en el buen hacer y de su voluntad de innovar nacerán nuevas formas de liderazgo empresarial que condicionará la evolución de un orden social abierto. El reto de hoy se convierte en el liderazgo de mañana.

Hernán Cerna.Presidente del grupo HCT

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