Talento para gestionar el arte
Una nueva generación de gestores culturales se está consolidando en España. Liderazgo, profesionalidad y transparencia son sus cartas de presentación
Son jóvenes, cultos, cosmopolitas. Su brillante currículum es su carta de presentación. Ya lo dijo Vicente Todolí tras ser nombrado director de la Tate Modern: 'Me eligió un cazatalentos. En Gran Bretaña sería impensable que los políticos marcaran el camino de esta institución'.
La eclosión de museos y centros de arte contemporáneo en España ha propiciado la aparición de una nueva raza de gestores culturales. Marta Gili, José Guirao, Rafael Doctor, Teresa Velázquez o Yolanda Romero, por citar sólo algunos nombres, son directivos brillantes que conocen sobradamente los vericuetos de la Administración, pero quieren marcar distancias con los políticos, aunque hayan sido elegidos por ellos. Sus enseñas son profesionalidad y transparencia.
Alumnos aventajados de Nicholas Serota (Tate Gallery) y Glenn Lowry (MOMA), saben que gestionan dinero público, pero no están dispuestos a ensuciar su trabajo con los dimes y diretes del enfrentamiento partidista, pues en cualquier momento pueden dar el salto internacional, como acaba de hacer Marta Gili, nombrada recientemente directora del museo de artes visuales Jeu de Paume (París). En su elección ha pesado un memorable trabajo en la Fundación La Caixa y la opinión experta de un comité de sabios independientes.
Hoy en día es fundamental intercambiar proyectos
Todos ellos comparten una forma de mirar las vanguardias y unos pertrechos comunes en su aventura cultural: una sofisticada y cosmopolita agenda, inquietud intelectual, una parada obligada en las ciudades del mundo y mucha lectura. 'Y un conocimiento moderno del marketing', apostilla José Medina.
Medina conoció a José Guirao en una céntrica cafetería madrileña. Guirao llegó a la entrevista avalado por su gestión al frente del Centro de Arte Reina Sofía; Medina era y es uno de los hombres fuertes de la consultora Ray & Berndtson en España. La conversación fue amable y pronto se perdió por los vericuetos del arte antiguo, para recalar en un país que fascina a todo aquel que lo conoce: Irán. 'Hablamos de Naqs-i Rustam y de Persépolis y enseguida supe que era el hombre que estaba buscando: tiene visión estratégica y capacidad de liderazgo, y sin ser mezquino es consciente de que los recursos, económicos, técnicos y humanos son finitos. No es un diletante utópico', recuerda el consultor. Tras aquel primer encuentro se sucedieron dos más, y sólo en el último trecho del camino el director de la Casa Encendida supo que había sido elegido por la dirección de Caja Madrid para iluminar un proyecto que, curiosamente, alineaba a la tradicional entidad financiera con las vanguardias.
Guirao está encantado, y se le nota. Se sabe dueño de unas cualidades que le protegen de cualquier injerencia política, y ya ha creado escuela. Miguel Zugaza, hoy al frente del Museo del Prado, y Rafael Doctor, director del reconocidísimo Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (Musac), son algunos de sus acólitos.
'El gestor cultural no es un creador, tan sólo un mediador entre el artista y el público, pero debe tener muy claro cuál es el horizonte artístico de la casa que dirige. En nuestro caso se trata de una apuesta decidida por el proceso, antes que por el resultado, y por el deseo expreso de bucear en las carreteras secundarias de la creación', explica.
Un empeño no exento de riesgos. 'Me engañaría a mí mismo si no reconociera que a todos nos resulta difícil dialogar con la contemporaneidad. Tener la certeza de que el artista que uno tiene delante está haciendo historia'.
'Tener ojo', nos dirá María Teresa Ocaña, una de las mujeres que más admira esta generación de jóvenes historiadores. Pequeña y enérgica, Ocaña se siente ajena al arte de vanguardia porque Picasso, cuyo museo en Barcelona dirigió durante 23 años, es 'un clásico', pero su experiencia, hoy volcada en la gestión del enciclopédico Museo Nacional de Arte de Cataluña, es una pepita de sabiduría. A su juicio, la calidad de un director se mide, sobre todo, 'por su capacidad para intercambiar cuadros y proyectos con otros centros'.
La rebelión de los profesionales
Los directores de arte contemporáneo de España están elaborando un Manual de buenas prácticas para modernizar y profesionalizar la gestión de los museos y centros culturales que dirigen. El documento, que verá la luz en breve, cuenta con beneplácito del ministerio de Cultura y la colaboración de galeristas, críticos y artistas.El primer objetivo del proyecto es despolitizar los patronatos. 'No somos unos insensatos, al contrario, sabemos que dirigimos mayoritariamente instituciones y dinero público, pero creemos que es hora de que la sociedad civil y los sabios formen parte de estos órganos de dirección, y que sean ellos, y no los políticos, quienes elijan a los gestores', explica Yolanda Romero, presidenta de la Asociación de Directores de Arte Contemporáneo (Adace).Entre otras cosas, los profesionales proponen que la gestión tenga un mandato no inferior a cinco años. Su objetivo más ambicioso es que Cultura, dando ejemplo a las autonomías, aplique este manual en las instituciones que controla, empezando lógicamente por Museo Reina Sofía.