Vivir de lunes a viernes en un hotel
Mejores precios y más servicios para el cliente de larga estancia
Durante buena parte del siglo XX vivir en un hotel de lujo privó a personajes ilustres, herederos de grandes fortunas y nobles. Habitaron establecimientos como el Palace y el Ritz (ambos en Madrid), donde creaban su círculo social. 'Lo hacían todo en el hotel, incluso relacionarse con sus amistades, comer en el restaurante o tocar el piano en el hall. Eran reconocidos y tratados por el personal con gran protocolo', cuenta Paloma García, portavoz del hotel Westin Palace, levantado en 1912.
Hoy el cliente de larga estancia no busca relevancia social. Suele ser el ejecutivo de una empresa y su objetivo es sentirse como en casa. En el hotel tiene la posibilidad de contratar un servicio de secretaría en cualquier momento, una sala de negocios con equipos informáticos y la conexión a internet siempre llega hasta la habitación.
Distintas fuentes calculan que vivir en un cinco estrellas cuesta entre 4.500 y 8.000 euros al mes, con todos los servicios incluidos. Aparentemente caro si se compara con el alquiler de una casa.
Una habitación de gran lujo cuesta entre 4.500 y 8.000 euros al mes
Un informe de la tasadora Euroval revela que arrendar una casa sale hasta seis veces más barato. En el exclusivo barrio madrileño de Chamberí el alquiler medio sube a 1.469 euros, y es de 1.345 euros en Sarriá Sant Gervasi (Barcelona). Pero falta el servicio de un hotel y el alquiler deja de ser una opción económica si éste se contrata. 'Hay quien deja sus trajes en el hotel cuando se va a casa durante el fin de semana y los encuentra impecables, en el armario de su habitación, cuando vuelve el lunes', pone García como ejemplo.
Sol Meliá apunta que sus establecimientos de alto standing, el sevillano Lebreros y el madrileño Fénix, entre ellos, 'ofrecen ventajas que mejoran con creces la opción de alquilar'. Su gabinete de relaciones externas reconoce que existen descuentos especiales para largas estancias, en función del volumen de pernoctaciones aseguradas, pero 'el objetivo no es ofrecer el mejor precio, sino diferenciarse en servicio', afirma la compañía.
Los hoteles reservan con tanto celo la intimidad de sus inquilinos permanentes como las cifras que éstos llegan a pagar. 'El precio se negocia y depende del tiempo de estancia y de la categoría de la habitación', argumenta Rosemary Trigg, directora de comunicación del Hotel Arts de Barcelona, donde varias personas residen por trabajo, un cambio de residencia o simplemente por culpa de una reforma.
'Se da de una forma muy excepcional que un cliente se quede a vivir durante un mes o más tiempo, pero cuando pasa nos volcamos con él', sostiene María Bustos desde el Ritz, donde sólo el 1% de las habitaciones son ocupadas por una misma persona durante más de un mes.
Ejemplos entre quienes hacen del hotel su hogar no faltan. Los entrenadores de fútbol Claudio Ranieri (vivió en el Palace mientras entrenó al Atlético de Madrid) y Javier Irureta (alojado en el Riazor durante su estancia en La Coruña) confían en un hotel allí donde trabajan. Así eluden mudanzas, contratar personal de servicio, pagar impuestos y gastos como la luz, gas, agua, seguridad, etcétera. Estrellas del fútbol como Beckham (AC Santo Mauro de Madrid) y Ronaldinho (Hotel Arts de Barcelona) también han pasado meses en un hotel antes de comprar casa. Pagan por sentirse arropados y establecen una relación cordial con el personal que atiende sus necesidades.
También el político es habitual en hoteles de Madrid mientras dura el curso en el Congreso. De dominio público es que Iñaki Anasagasti (PNV) o Xavier Trías mantuvieron durante años reserva en el citado Palace, a unos metros del trabajo.
En cuanto al ejecutivo, es habitual encontrar a quien trabaja toda la semana lejos de su hogar y visita a la familia el fin de semana. Este tipo de cliente llega a mantener reuniones y comidas de trabajo en la propia habitación.
Con tan distinto perfil de huéspedes a veces la dirección se ve obligada a hacer milagros. Una de las anécdotas del Palace habla de la vez que un empleado viajó a Londres para buscar un par de zapatos de una clienta que tenía que asistir a una boda; en otro caso el hotel intermedió para que un empresario japonés pudiera llevar una corrida de toros a su país e incluso se ha dado la ocasión en que el conserje prestó sus zapatos a un cliente que iba a dar una conferencia.
'Nos convertimos en amigos y confidentes, en la persona con la que comparte su vida fuera del trabajo', dice Rafael Alcalde, director gerente del Meliá Sevilla, sobre el vínculo que se crea entre el hotel y quien se siente en él casi como en casa.
Habitaciones con hechuras de vivienda
Con aire vanguardista y en pleno barrio de Salamanca (Madrid), el hotel de cuatro estrellas Bauzá cuenta con espacio para ofrecer siete apartamentos a huéspedes de larga estancia. Equipados con cocina, bar, cadena de música, televisión interactiva en el salón, conexión a internet e incluso videoconsola, estos apartamentos tienen unos 40 metros cuadrados repletos de detalles. 'Cada vez que sale un cliente bloqueamos la habitación durante cinco días para dejarla absolutamente nueva', argumenta Jesús González desde el departamento comercial.Alojarse en uno de estos apartamentos -ayer había sólo uno disponible- cuesta 128 euros al día para aquellos que van a pasar más de un mes. 'En nuestro caso, el hotel está en una zona muy comercial y el cliente suele ser bastante independiente de nuestros servicios. Prácticamente tiene todo lo que puede necesitar en su habitación', según González.Estados Unidos, un país en el que las largas distancias obligan a que los ejecutivos pasen largas temporadas lejos de sus lugares de trabajo, es el país donde más se ha desarrollado el concepto de alojamiento de larga duración. Y Marriot es la cadena que más trabaja en él con el impulso de distintas ofertas. Por ejemplo, un apartamento Marriot en el barrio neoyorquino de Chelsea cuesta entre 179 y 329 dólares por día.