China, un gigante emergente con pies de barro
No cabe duda de la emergencia de un nuevo gigante económico a escala planetaria, que aspira a robar el liderazgo mundial a EE UU a partir de 2015, según los cálculos del Gobierno chino. Esta economía de planificación, mezcla de capitalismo salvaje y dirigismo político, está siendo capaz de crecer de forma sostenida a ritmos de dos dígitos en la última década y así parece que continuará en los próximos años según los últimos datos ofrecidos por el banco central del país (el PIB aumentará este año al 10,5%, por encima de las previsiones iniciales que daban un 10% hace sólo tres meses).
Sin embargo, las grandes posibilidades del gigante asiático no están exentas de enormes riesgos en su crecimiento que las consultoras especializadas están poniendo cada vez más en evidencia. El primero y más importante es el riesgo de crecimiento desordenado. Su potencial de influencia sobre los mercados mundiales de materias primas (petróleo, cinc, hierro, acero y cobre) está provocando importantes perturbaciones entre oferta y demanda, generando inflación de costes que es exportada al resto de economías, que, desarrolladas o no, también se nutren de las mismas fuentes, como ya ha avisado en más de una ocasión la OCDE y el FMI.
Los desequilibrios no sólo se circunscriben a las materias primas. Sectores que han sido liberalizados parcial o totalmente al comercio mundial como textil, calzado y productos cerámicos también están en el ojo del huracán. Las presiones ejercidas por EE UU y la UE para que China fije mayores aranceles a sus productos para acomodar su economía a la mundial están dando resultados sólo parciales. Un ejemplo es la reciente reducción del 13% al 11% de la devolución fiscal que reciben los exportadores chinos del textil, para frenar su actividad. Por un lado, este recorte no es suficiente para influir sobre la tendencia mundial. Por otro lado, está comenzando a perjudicar a los propios empresarios chinos que calculan que perderán 1.000 millones de dólares por las menores ayudas fiscales.
El desorden de crecimiento está llevando también a que se produzcan excesos de titulados superiores en algunas ramas que no logran colocarse cuando la demanda de profesionales es insuficiente en otras.
Por su parte, el yuan, encorsetado en un tipo de cambio excesivamente rígido (fluctúa en torno a una cesta de monedas desde hace uno año), no para de dar señales de fricción. El FMI desea una nueva revaluación de la divisa china (el dólar se intercambia en torno a 7,9 yuanes) que está llegando tarde una vez más.
El riesgo financiero también surge en algunas obras faraónicas, construidas por mandato político sin un claro análisis coste-beneficio, como el caso del tren magnético de Shanghai, y de empresas estatales con una insuficiente auditoría contable. Se trata de construir entre todos un nuevo gigante que no tenga los pies de barro. En este contexto, las multinacionales no paran de deslocalizar sus plantas hacia el área de Shanghai o el delta del Yantsé. Sin duda una oportunidad pero que deberá ser estudiada al milímetro. España camina con fuerza pero sus inversiones son aún una gota de agua comparada con la de alemanes o norteamericanos.