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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Barajas, puerta abierta

Cuando hace ocho meses se puso en marcha la terminal T4 del aeropuerto de Barajas se le quiso colgar el sambenito de que allí se pierden las maletas y recibió una larga serie de críticas, que fueron aminorando conforme las instalaciones empezaron a usarse y cogían velocidad de crucero. La experiencia demostró que muchos de los reproches carecían de fundamento. Salvo problemas puntuales, en algunos casos poco justificables, la T4 se está consolidando como una terminal aérea moderna, ágil y sin deficiencias que no sean fácilmente reparables.

Pero la verdadera prueba de fuego para el aeropuerto de Barajas llega ahora, con los nuevos procedimientos de despegue y aterrizaje y la puesta en marcha efectiva de las cuatro pistas de la ampliación -hasta ahora se venían empleando sólo como dos- que entrarán hoy en funcionamiento. El uso de las cuatro pistas proporcionará mayor fluidez al tráfico aéreo y aumentará la capacidad de las instalaciones de Barajas de 78 a 90 operaciones por hora, con el objetivo puesto en las 120; es decir: dos al minuto. El nuevo protocolo que define los procedimientos de despegue y aterrizaje, conocido como TMA, también afecta al resto de los aeropuertos de Madrid: Torrejón, Getafe y Cuatro Vientos.

La envergadura de este cambio dará lugar a un impacto en el tráfico que, según AENA, la compañía propietaria del aeropuerto, podría dar lugar a retrasos durante dos semanas. De hecho, se considera un periodo de transición de un mes, hasta el 29 de octubre para alcanzar la plena utilización de las nuevas instalaciones. No parece excesivo, dada la trascendencia del cambio a mejor. Es bueno que durante ese plazo se haya optado por el principio de prudencia, para facilitar la adaptación de los colectivos implicados, pilotos y controladores, pero sobre todo para preservar la seguridad de los millones de viajeros.

No sólo las estadísticas, sino el confort y la comodidad de los usuarios son las que deben demostrar el acierto de una de las inversiones en infraestructuras más importantes de España, acometida por encima de partidismos por los Gobiernos del PP y del PSOE. Y no sólo en lo económico o en lo funcional, sino porque de la calidad que ofrezca Barajas depende la primera impresión de España que se llevan millones de viajeros de cuyos gastos forma parte el principal capítulo del PIB español, el turismo.

Está muy extendida, y España no es ajena a ello, la deplorable costumbre de construir infraestructuras que se quedan pequeñas incluso antes de su inauguración. Este no es el caso de las nuevas instalaciones de Barajas, que son más bien un modelo defendible. Por esa razón resulta más plausible que los Presupuestos Generales del Estado hagan especial hincapié en la inversión en infraestructuras, 'un instrumento básico para dinamizar la economía , aumentar la productividad y mejorar el mercado de bienes y servicios', según recordó el vicepresidente Pedro Solbes el martes durante la presentación de las cuentas para 2007.

Por todo ello son menos justificables fallos inexplicables como, en el caso de la nueva terminal de Barajas, la deficiente señalización para llegar al aeropuerto sin tener que pagar un peaje.

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