Presupuestos sin sorpresas
Por tercer año consecutivo, los Presupuestos Generales del Estado que ayer mismo el vicepresidente primero del Gobierno llevó al Congreso de los Diputados no han sorprendido ni a propios ni a extraños. No sólo no corrigen los errores cometidos en los ejercicios 2005 y 2006, sino que se incrementan.
En una primera lectura, se concluye que son unos Presupuestos típicamente socialistas, que incrementan el gasto público y la presión fiscal; son unos Presupuestos que agravarán los riesgos que se ciernen sobre la economía española; son unos Presupuestos que no atienden al interés general de la economía, y son unos Presupuestos insolidarios, no orientados a corregir los desequilibrios existentes entre las diferentes comunidades autónomas españolas.
Son ya tres años en los que una apuesta por una política presupuestaria de carácter expansivo pone de relieve la falta de rigor en materia económica por parte del Gobierno, ya que en esta senda difícilmente, por no decir imposible, se podrán corregir los males de la economía. Frente a una ejecución presupuestaria que pueda corregir la inflación y el déficit exterior, se opta por el aumento del gasto, el recalentamiento de la economía, el agravamiento de la inflación y la pérdida de competitividad.
Se opta por el aumento del gasto, el recalentamiento de la economía, el agravamiento de la inflación y la pérdida de competitividad
En tres años, hemos llegado a la siguiente situación: el gasto público aumenta un 30%, y la presión fiscal global un punto porcentual. Al final, estos Presupuestos incrementan, teniendo en cuenta los ajustes contables, el gasto público en casi un 9%, con lo cual crece sustancialmente más de lo que lo hace la economía española.
En lo que a presión fiscal se refiere, el Estado prevé incrementar su recaudación un 13,7% si se comparan con las cifras del pasado ejercicio -seis puntos más que el crecimiento de la economía-.
Pero, este esfuerzo fiscal que hemos realizado los españoles no se ha trasladado en mejoras de los servicios públicos, en solucionar los problemas de la vivienda, en una mejora de la gestión de flujos migratorios, en que los trabajadores tengan mayor nivel de vida. Y, mientras, los desafíos que debe afrontar nuestra economía siguen esperando.
Poco o nada -y no lo digo yo, sino que lo aseguran diferentes informes- se ha avanzado en temas de competitividad o de productividad, y para qué hablar de las reformas estructurales que la economía española precisa para asegurar la sostenibilidad de modelo de crecimiento.
Con esta renuncia por delante, con este Presupuesto el Gobierno ha vuelto a perder, de nuevo, la oportunidad de mostrar a los ciudadanos unos Presupuestos económicos ambiciosos, que contribuyesen a la estabilidad económica, a la sostenibilidad presupuestaria a medio y largo plazo, que impulsaran la competitividad y redujesen la presión fiscal.
En resumen, no ha habido sorpresa. La receta mágica del Gobierno para los Presupuestos Generales del Estado de 2007 acaba traduciéndose en una mayor recaudación, más gasto y un superávit cuando menos inadecuado para la tasa de crecimiento de la economía española.
En política económica los mensajes que se transmiten son tan importantes como las medidas en sí. La generación de expectativas favorables a la inversión y de un clima de optimismo son la primera obligación de un Gobierno.
Sin embargo, en estos Presupuestos, hasta en su presentación todo es monótono y aburrido. Todo es más de lo mismo, sin ilusión ni ganas.
Se han elaborado de forma tan cansina que ni siquiera se han incorporado en ellos los datos económicos de última hora, ni se ha hecho hincapié en las cuestiones que más preocupan a los españoles desde el verano, como el medio ambiente o la inmigración.
Se trata pues de viejas recetas que ya sabemos que no están dando resultado, pero que al Ejecutivo, por pereza o por desidia, le cuesta mucho renovar.
Se gasta un poco más en todas partes para contentar a todo el mundo, y así el Gobierno vive en paz.
Pero gobernar no consiste en trabajar cómodamente y sin sobresalto, sino adelantarse a los acontecimientos y actuar de forma preventiva en lugar de esperar a que surjan los problemas. Este es un lujo que la España del euro no se puede permitir.
Secretario ejecutivo de Economía y Empleo del Partido Popular