Y por qué sube la Bolsa
Es, con distintas variaciones, la eterna pregunta y la piedra de Sísifo de los que se dedican, aunque sea de forma tangencial, a algo vinculado a los mercados financieros. Hoy está el Ibex a tiro de piedra del máximo histórico del año 2000, y la cuestión salta cada dos por tres: ¿Por qué sube la Bolsa?
Es esta cota de los 12.816 puntos de ésas que, a fuerza de no ser conquistadas, se han convertido en una tradición casi inmutable. Como lo fueron en su momento los 8,90 metros que saltó Bob Beamon en los Juegos Olímpicos de México, en el lejano 1968. Posiblemente pocos se acuerden hoy por hoy de cuál sea el récord mundial de salto de longitud, pero aquel 8,90 está en la memoria colectiva de cualquier persona mínimamente aficionada al atletismo.
Queda un pasito para el 12.816. Y quedaría un poco menos si Metrovacesa siguiese en ese Ibex 35 que, últimamente y a fuerza de idas y venidas, de compras y ventas, parece el camarote de los hermanos Marx. En todo caso, si supera esta cota, algo probable por pura estadística, quedará en el bolsista un cierto sentimiento de nostalgia.
Por lo demás, la Bolsa sigue expuesta a su particular equilibrio asimétrico. Por un lado las probabilidades de subida son limitadas si se tiene en cuenta el escenario económico y el serial de subidas que arrastra desde hace, quién lo diría, ya tres años y medio. Sostienen los mercados los beneficios empresariales y las expectativas de operaciones corporativas. Estos dos elementos tienen mucho más peso que los riesgos, pues son mucho más tangibles que las previsiones, más o menos etéreas, sobre desequilibrios económicos y demás.
Sin embargo, la cautela con la que el mercado ha atacado las últimas subidas revela que tampoco desprecia los riesgos, y que es consciente de que las más de las veces cuando los tipos de interés suben a la Bolsa le cuesta hacerlo. Y, posiblemente, esta cautela sea la mejor noticia para el inversor.