La conexión energética e industrial rusa
Tras un año de turbulentas maniobras financieras e intervenciones políticas desde todos los rincones del arco parlamentario, la pugna por Endesa parece acercarse a un final relativamente lógico desde el punto de vista bursátil. Aunque la eléctrica cotiza en máximos históricos y supera ya todas las ofertas presentadas, el precio de la alemana Eon y su pago en efectivo resultan netamente mejores que la opción de Gas Natural.
Sin embargo, el último asalto se libra en un terreno estrictamente político y a una escala internacional que apenas podíamos imaginar en un comienzo, cuando la opa se interpretaba más bien en clave regional (Cataluña frente a Madrid). En este contexto podría aparecer una conexión hasta ahora inédita en tan truculento asunto: la del gigante energético ruso Gazprom.
En pleno mes de agosto el Rey de España abandonaba sus apacibles vacaciones en Mallorca para dispensar una visita de cortesía a la dacha del presidente ruso Vladimir Putin. Recientemente, en su primera entrevista televisada al canal autonómico catalán, el nuevo e inesperado ministro de Industria, Joan Clos, apuntaba otra vez a una solución negociada al conflicto con la Comisión Europea sobre la opa de Eon, pero afirmaba también de manera críptica que el mercado europeo debía entenderse 'en su globalidad', como demostraba la reciente entrada del capital ruso en el consorcio aeroespacial EADS.
Ciertamente los petrorrublos dieron un balón de oxígeno al maltrecho grupo europeo, entregado a la caída libre de su cotización a raíz de los retrasos en la entrega del nuevo A-380. Un caballero blanco similar podría esperarse también en ciertos despachos de nuestro país como alternativa, o cuando menos poderosa herramienta de negociación, ante la imprevista irrupción de Eon en el mercado español.
En realidad sólo existe en el panorama energético europeo una empresa capaz de combatir aún en el asunto Endesa: la rusa Gazprom, cuyo valor en Bolsa más que dobla el de su homóloga alemana. El grupo ruso trata de todos los modos de lograr una presencia estable en la comercialización de energía en Occidente. Su opa sobre la británica Centrica se frustró antes de ser formalmente presentada, mientras el Gobierno francés ha instado a EDF y Gaz de France a la fusión para impedir cualquier movimiento desde el Este.
En cambio, la franco-hispano-luxemburguesa Arcelor se sirvió precisamente de la rusa Severstal para disuadir a la india Mittal y forzar así una mejora en la oferta y una mayor parcela de poder en la empresa resultante. æpermil;ste podría ser sin duda un escenario atractivo para potenciar la opción de Gas Natural y lograr un pacto más favorable con Eon. Ante las evidentes dudas sobre la legalidad de las condiciones impuestas por la Comisión Nacional de Energía (CNE), un cambio en el statu quo por razones estrictamente de mercado -como sería una nueva oferta de Gas Natural/Gazprom- sería una excelente noticia para quienes no ven con buenos ojos la opción alemana.
Aun cuando se trata sólo de conjeturas con muchas incógnitas aún por resolver -como por ejemplo que Eon y Gazprom comparten de hecho proyectos conjuntos-, no hay duda de que éste sería un escenario posible, que los inversores agradecerían.
Por otro lado, y aunque no se materialice la conexión rusa en Endesa, las empresas rusas están llamadas a jugar un papel importante en el mapa energético e industrial europeo. Con valoraciones por las nubes gracias al boom del petróleo y las materias primas y títulos muy líquidos y canjeables merced a su masiva cotización en Londres, los grupos rusos no tardarán en llegar a nuestras latitudes. Los Gobiernos europeos no podrán oponerse a ello por mucho tiempo, como debieron aceptar la entrada de Mittal en Arcelor.
Los países emergentes y sus empresas, en definitiva, están llamados a erigirse en protagonistas de nuestros mercados en el futuro más inmediato. El accionista de a pie estará de enhorabuena, aunque poco se alegrarán muchos consejeros y presidentes.