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Motor

Treinta años de Ford Fiesta en Valencia

En 1970, los españoles emprendían sus vacaciones con toda la familia en su Seat 850, su Renault 8 o, en el caso de los más modernos, su Simca 1200. Al fin y al cabo, esos, junto a Authi, que fabricaba los Morris, eran los pocos constructores que había entonces en España, y la estricta política económica que, pese a los avances, mantenía la dictadura franquista, hacían complicada la entrada de otras marcas, entre ellas la de los dos gigantes estadounidenses, General Motors y Ford. Pero todo estaba a punto de cambiar.

Fue precisamente ese año, 1970, cuando Ford inició los primeros contactos con España para instalar una planta de producción en el sur de Europa. En Detroit habían detectado esa necesidad y países como Francia o Italia eran candidatos firmes. Mucho más que una España con un futuro político incierto. Con todo, cuentan que Henry Ford II, por entonces presidente de la compañía, apostó personalmente por España, por la pasión que le había trasladado Ernst Hemingway.

Seguramente, los menores salarios de los operarios españoles o de costes de instalación también se tuvieron en cuenta. Pero lo cierto es que la decisión de Ford tenía algo de osado, ya que no se trataba de construir una factoría para competir en el mercado interno, si no para abastecer al sur de Europa. La legislación española de construcción de automóviles, sin embargo, databa de 1965 y mantenía un aire autárquico.

Pese a las reticencias de los fabricantes ya establecidos en el país, que veían peligrar su cuota de mercado, el Gobierno vio en la oferta de la multinacional del óvalo una oportunidad para potenciar el proceso de industrialización y publicó lo que ha acabado conociéndose como los decretos Ford. Se trató de una serie de modificaciones de la legislación que, fundamentalmente, permitía la implantación de nuevas fábricas, a condición de que exportara como mínimo dos tercios de la producción y que utilizara al menos el 65% de los componentes españoles.

Según recuerda Juan Omeñaca, que fue el técnico de la Cámara de Comercio de Valencia que negoció que el emplazamiento final fuera Almussafes y que después pasó a trabajar para la multinacional, el de los proveedores fue precisamente otro escollo. 'Las marcas que ya fabricaban en España presionaron a la industria auxiliar para hacer desistir a Ford', señala.

Con la autorización otorgada y el emplazamiento decidido, no acabaron los problemas para Ford. A pesar de que se asume que la planta de Almussafes era para hacer el nuevo un coche pequeño y barato, Omeñaca, asegura que la idea inicial de Ford era producir el Taunus. 'Pero en plena construcción de la planta se produjo la crisis del petróleo de 1973. La planta a punto estuvo de no hacerse. Sólo el empeño de Henry Ford II mantuvo el proyecto. Pero se optó por el Fiesta, y por eso hay una planta de motores, porque Ford no tenía propulsor para un coche tan pequeño y hubo que crearlo. El día 18 de octubre de 1976 el primer Ford Fiesta salía de la línea.

Los decretos Ford abrieron la puerta a otras marcas y convirtieron a España en uno de los mayores fabricantes de automóviles del mundo. Fue la herencia de Henry Ford II.

La batalla por ser la ciudad elegida

Zaragoza, Toledo, Sevilla..., la lista de provincias que optaban a ser la sede de la mayor factoría de automóviles que se iba a construir en España era interminable. En algunos casos se ofrecían los terrenos casi gratis (en Zaragoza se llegó a ofrecer a peseta el metro cuadrado), en otras, se montaban fiestas al más puro estilo Bienvenido, míster Marshall. 'Pero Ford tenía claro los criterios: proximidad de líneas de alta tensión, buenas comunicaciones existentes o proyectadas y mano de obra disponible'.Una vez elegida Valencia, había también hasta 10 posibles ubicaciones, como recuerda Juan Omeñaca. 'La ventaja de Almussafes es que está en un núcleo de comunicaciones y sobre todo tenía una gran cantidad de mano de obra disponible, ya que es el punto de unión de tres comarcas dedicadas a la agricultura y que, por tanto, tenían excedentes de personal', explica. De hecho, el 65% de la plantilla inicial eran agricultores reconvertidos.La Diputación de Valencia, que medió para Ford, tuvo que llegar a un acuerdo con 400 propietarios de 2,75 millones de metros cuadrados. El precio fue un escollo, más cuando un alto cargo del Gobierno tuvo problemas para comprender que el campo en valencia se mide en hanegadas y no en metros cuadrados. Al final se expropiaron para Ford las 650 parcelas a un precio de 130 pesetas el metro cuadrado. El precio pagado por la multinacional fue por tanto de 357,5 millones de pesetas de 1973.

El futuro

¦bull; Ford fabrica actualmente en Almussafes cuatro modelos distintos, el Fiesta, el Focus, el Ka, y el Mazda2. Los dos últimos tienen los días contados y los sindicatos temen por el futuro. La multinacional insiste en que cuenta con la factoría valenciana.

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