_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Quién quemó Galicia?

Ante los incendios que este verano han arrasado Galicia, con devastadores efectos medioambientales e incluso pérdida de vidas humanas, la sociedad debe exigir el acuerdo de todas las fuerzas políticas para poner fin a este problema que aparece sistemáticamente, como muestra el hecho de que, según las estadísticas disponibles desde 1968, se haya registrado en Galicia una media de 9.758 incendios anuales en el periodo comprendido entre 1990 y 2004 y que en 1978, 1981, 1985 y 1989 las hectáreas quemadas superaran las 100.000.

Sin embargo, en lugar de ese acuerdo se reproduce la habitual discrepancia de las fuerzas políticas, que ya va resultando tan ridícula como aburrida, y dicha discrepancia alcanza hasta un tema tan objetivo y fácilmente medible como el de la superficie quemada, 77.000 hectáreas para la Xunta y 175.00 hectáreas para el Partido Popular, sin que sirva de nada que equipos expertos en topografía hayan hecho sus correspondientes evaluaciones basados en fotografías aéreas del territorio gallego antes y después de los incendios.

En materia de incendiarios, la controversia es todavía más delirante porque, para la Xunta, reproduciendo los argumentos de Fraga Iribarne de 1989, se ha tratado de una auténtica conspiración contra el Ejecutivo gallego y, para la oposición, los incendios se deben a la ineficacia de los socialistas del Gobierno gallego y central. Mensajes políticos ambos con objetivos electoralistas pero que alejan la posibilidad de acuerdos para afrontar la solución de este gravísimo problema.

Un camino obligado para prevenir incendios es conocer quiénes los producen y el motivo por el que lo hacen y, a estos efectos, resultaría fundamental el aprovechamiento estadístico de los datos contenidos en las diligencias que realizan las fuerzas de seguridad sobre los detenidos, a pesar del inconveniente de que un importante porcentaje de incendios no llegan a poder ser esclarecidos.

Pero, por ejemplo, si se observan los datos proporcionados por la Guardia Civil sobre los 451 detenidos en Galicia como presuntos incendiarios desde 1999 hasta 2005, se aprecia que no consta la edad en el 39% de los casos. No obstante, el hecho de que entre los detenidos de los que se sabe la edad el grupo de más peso sea el de los mayores de 65 años aporta un indicio importante por cuanto señala una diferencia significativa entre este delito y todos los demás, protagonizados principalmente por personas jóvenes. Si una variable tan sencilla como la edad aparece sin cumplimentar en ese 39% de las diligencias, no es de extrañar que, según datos del Ministerio del Interior de 2005, del total de las 391.144 detenciones producidas ese año se desconozca el nivel educativo de los detenidos en el 60,7% de los casos o su situación laboral en el 57,8%, lo que es una lástima dado que este tipo de variables suelen resultar muy determinantes del comportamiento delictivo.

La búsqueda de las razones que impulsan cualquier fenómeno es la clave de la investigación estadística, aunque en ocasiones esa búsqueda resulte infructuosa, como la del franciscano Fray Junípero, quien, animado por la idea de que la Teología ocupase un lugar entre las ciencias exactas, empezó a indagar en las vidas de los cinco despeñados por la rotura del puente de San Luis Rey (novela de Thornton N. Wilder, Bruguera, 1981) para descubrir por qué los designios divinos habían llevado a sacrificar en el accidente precisamente a esas cinco criaturas y no a otras, como el mismo Fray Junípero, quien, allá por el año 1714, cruzaba con frecuencia ese puente que se hallaba en el camino real de Lima a Cuzco.

Posiblemente no sea fácil encontrar rasgos comunes en los incendiarios. De los datos aparecidos sobre algunos de los 451 detenidos en Galicia como presuntos incendiarios se deduce una notable diversidad de su edad, sexo, salud mental o consumo de alcohol. Los expedientes policiales y judiciales podrían dejar constancia de todo ello y de otras características personales, entre las que sería interesante reflejar sus lugares de nacimiento y residencia y sus ocupaciones, con especial mención a si son o no propietarios de montes (en Galicia, las 1,4 millones de hectáreas de montes son de propiedad particular en el 76% de los casos, un 22% son comunales y el 2% restante de propiedad pública).

La investigación del fuego en Galicia no sería menos apasionante que la de Fray Junípero, porque se trataría de intentar conocer qué misteriosas razones pueden mover a esas personas, aparentemente tan diversas, a coincidir en la disparatada idea de meterle fuego a esa hermosa tierra.

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_