Los retos de Clos
La semana pasada se conoció el nombre del sustituto de José Montilla al frente del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio. El perfil de Joan Clos incorpora determinados aspectos positivos, entre los que cabe citar su larga experiencia política -nueve años al frente del Ayuntamiento de Barcelona, tras una etapa previa en el equipo del alcalde Pasqual Maragall-, una imagen pública de sobriedad y prudencia, así como ser de los pocos dirigentes socialistas de Cataluña que parece haber resistido a la tentación de hacerse más nacionalista que los nacionalistas. Como aspecto negativo se ha subrayado su escasa relación -profesional y política- con el negociado que va a dirigir.
En mi opinión, lo peor de su designación es que, lamentablemente, confirma la existencia de un sistema rígido de cupos en la configuración del Consejo de Ministros. En efecto, no se trata tan sólo de que a un ministro varón saliente le haya de sustituir otro varón -era esperado por la obligatoria y absurda equidad numérica entre sexos que se ha autoimpuesto Zapatero-, es que además a un ministro saliente catalán, dirigente del PSC, y proveniente del poder municipal, le ha tenido que sustituir un nuevo ministro catalán, dirigente del PSC y proveniente del poder municipal.
No obstante, a partir de ahora lo relevante es la orientación que Clos dé a su política, así como los resultados que obtenga. La gestión del nuevo ministro se va a desarrollar en un marco caracterizado por una economía española evidentemente dinámica que sigue creciendo a buen ritmo y que sigue creando empleo, en ambos casos a tasas superiores a la media europea. Por utilizar un indicador especialmente vinculado a las competencias de su ministerio, señalaremos el comportamiento del índice de producción industrial, que en el mes de junio ha alcanzado el 114,3 -base año 2000-, lo que representa un crecimiento medio en la primera mitad del año del 4,9%, tasa ciertamente significativa. Ahora bien, este dinamismo coexiste con determinados riesgos -el empeoramiento de la inflación es el mayor- y con varias asignaturas pendientes, algunas de las cuales se encuentran en la órbita del Ministerio de Industria. Entre ellas, el déficit comercial, la deslocalización industrial, la crisis del turismo o el déficit tecnológico.
El dinamismo de la economía coexiste con asignaturas pendientes, algunas de ellas en la órbita de Industria
El desafío para el nuevo ministro consiste en diseñar e implementar un conjunto de políticas públicas que afronten de manera decidida las cuestiones expuestas. La dimensión del reto es considerable por la magnitud de las materias y porque varias de las competencias sobre ellas están repartidas entre los Gobiernos autonómicos y el de la nación, y dentro de éste entre varios departamentos ministeriales. Se necesitan especiales capacidades de impulso y de acuerdo, y si Clos es capaz de conseguirlo, podrá combatir con eficacia los problemas que debe afrontar.
Combatir la deslocalización empresarial exige actuar sobre los factores que constituyen las ventajas comparativas de las localizaciones alternativas, como pueden ser los precios del suelo industrial, los costes laborales, la presión fiscal o la conflictividad sindical. Además, tanto para reducir las deslocalizaciones como para compensarlas con nuevas localizaciones, pueden utilizarse como apoyos complementarios los incentivos de carácter fiscal, un sistema selectivo de subvenciones y el uso imaginativo de los instrumentos de capital-riesgo.
Combatir la crisis del turismo -crece el número de turistas, pero no lo hacen los ingresos- exige adoptar una estrategia que apueste por la calidad integral de nuestra oferta, incluyendo aspectos como las infraestructuras hoteleras y de transporte, una oferta diversificada de ocio, un servicio de calidad a los demandantes, actuar en el circuito de los touroperadores... En todo caso hay que evitar que episodios inicialmente ajenos acaben dañando colateralmente a la industria del turismo. En este sentido, los sucesos de El Prat son un paradigma de lo que debe erradicarse de la economía y en la sociedad españolas.
Combatir el déficit comercial exige abordar en serio el problema de la competitividad de nuestros productos y, en definitiva, de la productividad de la economía española. Es imprescindible una reforma laboral que incorpore mayor flexibilidad, reformule drásticamente la regulación del derecho de huelga y apueste por la formación en el empleo. A su vez, deben abaratarse los costes fiscales de nuestros productos, retomando para ello la línea reformadora de reducción de impuestos que se inició en 1996.
Combatir el déficit tecnológico que arrastra España exige aumentar de forma notable el gasto público en I+D+i y propiciar en paralelo el correspondiente aumento del gasto privado. En el campo de las nuevas tecnologías necesitamos un avance notable de nuestra frontera tecnológica: que crezca el parque de ordenadores, que aumente el número de usuarios de internet y que se generalice la utilización de las potencialidades informáticas en la gestión y en la comunicación corporativas.
Por último, sería positivo que la seriedad y prudencia que parece atesorar el nuevo ministro le lleven a actuar ante las opas sobre Endesa de modo diferente a como lo ha hecho su antecesor.