Por un debate sobre la economía del hidrógeno
El empleo del hidrógeno como fuente de energía es un elemento que los autores echan de menos en el debate energético en España, mientras EE UU, Japón y múltiples países europeos están trabajando para su desarrollo como verdadero vector energético
Un precio del petróleo cercano a cien dólares el barril, el cambio climático que para nosotros parece hacerse más notorio en verano con el calor y la sequía, nuestra lejanía de los objetivos de Kioto o la dependencia energética del exterior que seguimos sufriendo, aparte de determinados movimientos empresariales y políticos, son factores que están poniendo el debate energético de forma permanente encima de la mesa. Sin menoscabo de la relevancia de cada uno de estos factores y de la necesidad de debatirlos, creemos que se echan en falta otros debates de alto calado y orientados al largo plazo.
En este contexto, EE UU, Japón y múltiples países europeos están trabajando para el desarrollo del hidrógeno como verdadero vector energético. Aquí contamos con algunas instituciones, empresas, organismos y asociaciones que hacen su particular contribución a su desarrollo. Sin embargo, carecemos de un conocimiento generalizado entre todos los que podrían estar implicados y de una estrategia integral que defina en qué y cómo podemos contribuir en nuestro país.
El desarrollo de una verdadera economía basada en el hidrógeno lleva implícita la necesidad de desarrollar en paralelo todos y cada uno de los diferentes eslabones que la componen: producción, almacenamiento, transporte/distribución, conversión y usos finales, y sólo llegará a ser una realidad cuando tenga sentido económico globalmente. Cómo se debe realizar tal desarrollo está sujeto en la actualidad a un intenso debate en los países más avanzados, tal como se ha puesto de manifiesto en un reciente estudio desarrollado por Socintec-Azertia para el Ente Vasco de la Energía (EVE), en el que destacan algunos consensos y no pocas controversias.
Entre los primeros se podría hablar de la importancia inicial del gas natural para cualquier atisbo de desarrollo de la economía del hidrógeno, de la consolidación paulatina de las pilas de combustible portátiles como primera aplicación que tenga un recorrido significativo en el mercado o de la utilización del hidrógeno como fuente de almacenamiento de energía de fuentes renovables discontinuas (la mayoría). A día de hoy, sin embargo, son más numerosas y complejas las cuestiones sobre las que existen opiniones contrapuestas. La mera mención al término economía del hidrógeno ya ofrece una idea del número y de la magnitud de sus implicaciones en múltiples ámbitos de la sociedad, de las que se derivan los problemas, barreras e intereses que se interponen para que algún día sea una realidad, al menos en parte.
Podríamos hablar de avances científicos de carácter radical, en la producción, almacenamiento y utilización, que aún son necesarios para que cada eslabón sea factible y rentable económicamente, de las dudas que fundamentalmente por desconocimiento surgen en torno a la seguridad del hidrógeno, del freno que puede suponer para las energías renovables que se vuelquen los recursos en el desarrollo del hidrógeno en detrimento de éstas, de problemas medioambientales en función de si se utilizan procesos limpios para su producción (dicho proceso sólo puede considerarse totalmente limpio si la generación de hidrógeno se realiza a partir de fuentes renovables), de la relación de la economía del hidrógeno con el resurgimiento de la energía nuclear, de la discusión sobre si se debe basar en un sistema de producción centralizado o distribuido, sobre si primero hay que desarrollar la infraestructura de transporte o sólo una vez que la economía del hidrógeno haya despegado, o de si dicha infraestructura se puede aprovechar de la actualmente utilizada para el transporte de gas natural.
Sin prejuzgar el mayor o menor desarrollo que pueda llegar a alcanzar en el futuro, esta situación debiera incitarnos a promover un verdadero debate sobre cómo debemos abordar y cómo nos tenemos que preparar para la llegada del hidrógeno. En una sociedad aparentemente madura social, económica y políticamente como la nuestra (aunque probablemente menos madura en el plano tecnológico), este debate resulta necesario, al tiempo que, objetivamente, también suponga una herramienta de ayuda para incorporarnos al tren que pasa por nuestro lado.
Las oportunidades y los sectores afectados serán muchos (aún cuando el hidrógeno no llegue a alcanzar la penetración que algunos auguran), en lo que concierne al suministro de equipos, componentes y materiales, en la operación de cualquiera de los eslabones de la cadena del hidrógeno, en el suministro de tecnología y de servicios avanzados, o incluso como facilitadores del conjunto. El debate estimularía en primer lugar la concienciación y la percepción de la magnitud del fenómeno, pasos previos imprescindibles para participar del mismo. Desarrollar una estrategia específica e integral para su desarrollo debería ser el paso siguiente.