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CincoSentidos

Tras las huellas de Paul Cézanne

Partir hacia el sur de Francia es adentrarse en la luz que inspiró a Paul Cézanne. El gris parisiense se convierte en verde y amarillo intensos a medida que el tren penetra en la región de Midi. Y en apenas tres horas, los colores se hacen vivos, tanto que a veces ciegan. Cézanne los elevó a una obsesión, a una búsqueda solitaria que materializó en decenas de cuadros de la montaña Santa Victoria, su diosa. La única presencia de un ser divino en su obra.

Algunos especialistas han comparado la obra del autor con la sentencia del filósofo Nietzche: 'Dios ha muerto'. Sus cuadros representarían así la ausencia. El silencio de su adorada, erguida con solemnidad sobre su ciudad natal, Aix-en-Provence, habría sido la única respuesta a sus inquietudes espirituales. Quizá no fue casualidad si el artista nunca reflejó en sus telas la cruz de 17 metros que corona la montaña. Una interpretación entre otras muchas que envuelven la vida y obra del maestro con motivo del centenario de su muerte.

Un recorrido por los lugares que el pintor frecuentó dan muestra de su constancia y disciplina, aunque no de su talento. El 'hijo del banquero', como se le conocía en 'Aix', apodo que dan sus habitantes a esta pequeña y burguesa ciudad -que hoy vota mayoritariamente al partido del ultraderechista Jean-Marie Le Pen-, quedó muy pronto excluido de los círculos pictóricos de París. Van Gogh llegó a decir de él: 'pinta como un pequeño notario de provincia'. Incluso su íntimo amigo de infancia, Emile Zola, le traicionaría con su libro La obra, en la que relata la vida de un pintor fracasado con tintes demasiado similares a la vida del pintor como para no considerarse aludido. Nunca volvieron a hablarse.

Un recorrido por los lugares que el artista frecuentó dan muestra de su constancia y de su disciplina

Así, un Cézanne solitario y hosco se levantaba cada mañana al alba para andar tres kilómetros hasta el taller de Lauves que él mismo diseñó. En él, donde se admira una soberbia vista de su Santa Victoria, Cézanne dio forma a Las grandes bañistas, el cuadro que le consagraría como precursor del cubismo. Un año después de su muerte Picasso daría luz a Las señoritas de Aviñón, en 1907. æpermil;l fue consciente de su legado: 'Yo he abierto el camino, otros me seguirán'.

Una exposición de 116 obras

'Cézanne era un hombre de naturaleza, no un intelectual', explica Denis Coutagne, comisario de la inmensa exposición Cézanne en Provenza, que el museo Granet de Aix dedica al pintor hasta el 17 de septiembre con más de 116 cuadros del artista. El artista visitó hasta el exceso la cantera de piedras de Bibemus, a sólo unos kilómetros de Aix-en-Provence, donde alquilaba una pequeña cabaña y se instalaba durante horas para observar la naturaleza y recoger en sus telas 'el original'. Allí Cézanne se hizo universal, dando muestra de que 'para pintar hay que ser de algún lugar, sin que esto sea un confinamiento', explica Coutagne. También fue allí donde después de su última tela, el perfil de su jardinero Vallier, enfermó tras haber cogido frío por una tormenta. Murió tres días después. A los pies de su diosa.

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