Dimensión de las catástrofes veraniegas
Cuando los incendios se llevan vidas, destruyen propiedades, obligan a costes ingentes -e implican la asunción de riesgos personales- en tareas de extinción y repoblación forestal, es obligado analizar, obtener conclusiones y actuar. Hay rasgos del comportamiento humano (negligencia, malquerencia vecinal, despecho mal asumido, la búsqueda delictiva de beneficio propio) que, solapados con situaciones de imprevisión, respuesta tardía, mala coordinación y desinterés llevan a situaciones catastróficas. La Naturaleza puede ayudar con una sequía prolongada, viento propicio a la propagación del fuego, orografía escarpada y otras contribuciones, pero el factor social es determinante, especialmente cuando el delito puede quedar impune.
Los perjuicios van más allá de los que sufren quienes se han agotado en la defensa de sus viviendas y los vecinos que han perdido su paisaje. El valor de las tierras baja, las primas de seguro suben, la prevención será más costosa en el futuro etcétera. El oportunismo es la búsqueda del interés propio con dolo, esto es, con perjuicio a terceros. La convicción de que el fin justifica los medios suele usarse como coartada para el medro personal y eso se alega para dar apariencia de lógica a lo injustificable, pues si en el caso de los incendios suelen causarse daños elevados a terceros por descuido o por venganza, en el caso de otras acciones se hace incurrir a otros en problemas y riesgos ciertos a fin de evitar un riesgo probable o bien se les usa como medio de presión a favor de ventajas para el colectivo actuante.
A comienzos de vacaciones suelen interrumpirse la prestación de servicios de transportes o de actividades relacionadas. Es el momento más delicado porque se intensifica el tráfico de viajeros y mercancías, el perjuicio económico es elevado y el descrédito social asociado al deterioro del servicio urge a los negociadores y debilita su capacidad para llegar a acuerdos adecuados. Para los viajeros afectados, además de la pérdida de tiempo, frustración de planes, indignación por ser víctimas inocentes, certeza de impotencia... hay pérdidas económicas o, simplemente el cálculo de que hacen falta 11 días laborables por uno de vacaciones genera frustración.
Hay rasgos del comportamiento que, solapados con imprevisión, respuesta tardía, mala coordinación y desinterés, llevan a situaciones catastróficas
En este tipo de catástrofes sociolaborales, como ocurrió en el aeropuerto barcelonés de El Prat de Llobregat, se añaden elementos adicionales. Los políticos implicados miran para otro lado, alegan que carecen de atribuciones para intervenir, dispersan imputaciones y aprovechan para plantear solicitudes pendientes. Algo parecido ocurre con las autoridades administrativas afectadas, que actúan a posteriori. Ante esta inhibición los gestores del conflicto tienen más posibilidades de obtener sus reivindicaciones y lo consiguen sin riesgos, incluso aunque actúen al margen de los procedimientos legales para declarar huelgas -que están regulados- y hagan paros ilegales (o salvajes, que es palabra que no aparece en la ley).
El calificativo de bochornoso aplicado por la prensa al conflicto de El Prat es pertinente para la huelga y para las justificaciones, tales como aludir al comportamiento 'ejemplar' de los empleados que lo originaron en los días siguientes al conflicto o plantear que no hubo huelga sino 'abandono del puesto de trabajo'. Los pasajeros afectados sienten la misma vergüenza ajena que deriva de la defensa de ellos en tanto que consumidores afectados pero sólo a efecto de reclamaciones y no durante los acontecimientos, ni para sancionar a los culpables.
Hubo otras compañías afectadas en su puntualidad y destino, otros aeropuertos implicados, trabajadores que hubieron de soportar consecuencias de actos ajenos y el descrédito de la ciudad y lo peor de todo, el mensaje a otros: la lucha (sucia) paga y no tiene coste, con lo que los sindicalistas responsables pierden puntos frente a los adictos a la provocación.
Los puestos de trabajo se defienden trabajando con eficiencia. La victoria oportunista inmediata, cuando tiene esas implicaciones, se puede convertir en lo contrario. Dos huelgas de ascensoristas en los rascacielos de New York dieron lugar a las botoneras automáticas que permiten prescindir de ascensoristas. Huelgas de expendedores de gasolina dieron paso a los surtidores actuales que activa el cliente y al pago con tarjeta o directamente en caja que hay en muchas gasolineras. Los billetes electrónicos y la obtención de tarjeta de embarque en casa acortarán colas y ventanillas y los pasajeros se acostumbrarán a ir ligeros de equipaje, que evita riesgos e incomodidades. Es triste que el progreso que elimina empleos se acelere por casos como los expuestos, especialmente porque a las víctimas inocentes nadie les compensará por los riesgos inútiles en que han incurrido.