Un presupuesto más restrictivo
El vicepresidente segundo del Gobierno, Pedro Solbes, ha empezado la ya tradicional ronda de negociaciones con agentes sociales y políticos para definir los presupuestos del año próximo. Con las demandas de los partidos políticos que han de darle el respaldo parlamentario esperando turno, el primer acto del diálogo presupuestario ha tenido como interlocutores de Solbes a sindicatos y patronal. Las demandas de ambos han coincidido al menos en dos asuntos básicos: aumentar el control del desequilibrio de los precios y una mayor mesura en el gasto de las comunidades autónomas, aunque esta variable está bastante alejada del territorio de poder de Economía tras los cambios que se introdujeron en la Ley de Estabilidad Presupuestaria.
Sin embargo, donde sí llegan las prerrogativas y las responsabilidades del equipo que dirige el vicepresidente es en el manejo del gasto público estatal. Un activo que se convierte en un arma de incalculable valor para combatir los desequilibrios de la economía.
Pedro Solbes siempre ha defendido el equilibrio presupuestario cíclico, al menos desde que es ministro de Economía y Hacienda. Si aplicase sus recetas de comisario de Finanzas y Asuntos Monetarios a su gestión actual, seguramente plantearía unas cuentas públicas aún con más holgura, con unos números negros más abultados, para quitar temperatura a una demanda excesiva de consumo e inversión que está generando una inflación y un desajuste comercial y de balanza de pagos que, pese a las últimas correcciones, todavía se antojan excesivos.
Sería absurdo esconder que el peso del presupuesto en la evolución de la economía ya no es el que era. Pero el Gobierno tiene que enviar señales con sus decisiones a los agentes privados y, en la medida de lo posible, reconducir las iniciativas de consumo e inversión. Lo ideal sería que estos agentes moderasen su consumo y dirigiesen la inversión hacia los activos con más recorrido productivo que el predominante monocultivo de la construcción.