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Tribuna
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La economía a través del espejo

Tendencias opuestas. La coyuntura es percibida por el Gobierno con optimismo en el convencimiento de que no cabe un enfoque cortoplacista para solucionar los retos de futuro. El principal partido de la oposición interpreta, en cambio, que estamos en ciernes de un proceso de desaceleración al que no cabe dar la espalda

Si hace dos años, desde el PSOE hubiésemos dicho a los españoles que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero iba a conseguir que la economía creciera al 3,5%, que la actividad industrial se reactivaría, que se crearían 1.800.000 nuevos empleos, que la tasa de paro se situaría en la media europea, que conseguiríamos el primer superávit presupuestario de la historia… en fin, si hubiésemos dicho todo esto, desde las filas del Partido Popular nos habrían llamado, como poco, triunfalistas.

Lo cierto es que, desde nuestra etapa en la oposición, estudiamos la realidad de la economía española, sus fortalezas y debilidades, para concluir que era necesario reorientar el modelo de crecimiento hacia uno basado en la productividad, que mejorara nuestra competitividad y sentara las bases de un crecimiento estable y duradero. También estudiamos cuáles debían ser las reformas necesarias para conseguir dicho objetivo; todo fue recogido en nuestro programa electoral. Entonces, como ahora, el PP tampoco nos escuchaba, estaba demasiado embelesado en el 'España va bien' como para anticiparse y prepararnos para los retos del futuro.

Hoy, la imagen que nos devuelve el espejo refleja la situación de un país que ha saltado al protagonismo internacional por las políticas aplicadas y los resultados conseguidos. Y la realidad también es que el PP ha basado su oposición en negar la mayor, anunciando profecías siempre fallidas del desastre económico y pretendiendo ganar votos poniendo a los ciudadanos delante de un espejo deformado que les devuelve una situación opuesta a la España real. Sin duda, les duele reconocer nuestra eficacia económica y no soportan comprobar cómo día a día sus pronósticos chocan con la rotundidad de los datos.

La economía española brilla con luz propia aun a pesar de que el barril de petróleo alcanza precios que eran impredecibles hace dos años. Pero el espejo en el que nos fijamos los socialistas muestra todas las caras. Somos conscientes de los riesgos y retos de la economía española. La inflación y el déficit exterior son problemas que requieren toda nuestra atención. Por eso hacemos políticas para mejorar nuestra competitividad, el comportamiento de los precios y el sector exterior.

Lo sabíamos antes de ganar las elecciones y por eso sabemos qué política aplicar. Ganaremos también éstos retos. Otra cuestión es el tiempo que tarda en dar resultados. Ninguna política de carácter estructural da resultados a corto plazo y eso lo sabe cualquier economista, pero éstos no abundan en la dirección actual del PP. Para eso también tendremos que esperar.

El Plan Ingenio 2010 modernizará nuestro aparato productivo e impulsará la productividad a través de las políticas de apoyo a la I+D+i y a la implantación de la sociedad de la información implicando al sector privado. Gracias al esfuerzo del gasto público, ése que no le gusta al PP, en 2010 alcanzaremos niveles medios europeos. Si no lo hubiéramos hecho y hubiésemos mantenido el gasto anterior tardaríamos 15 años más en alcanzar a nuestros socios comunitarios, y ello suponiendo que los demás no iban a hacer nada más por mejorar. Estamos recuperando el tiempo perdido.

El Plan de Dinamización incorpora un amplio paquete de medidas liberalizadoras para mejorar la competitividad de nuestros mercados.

El Plan de Ahorro y Eficiencia Energética y el Plan de Energías Renovables reducirán nuestra dependencia energética, que incide sobremanera en el diferencial de inflación con la eurozona, ya que España es el país más dependiente e intensivo en energía de la UE.

La reforma fiscal bajará los impuestos a 20 millones de contribuyentes, especialmente a las rentas más bajas, y, por primera vez, se reducirá en cinco puntos el tipo del impuesto sobre sociedades para incentivar la inversión empresarial. Esa rebaja que nunca hizo el Gobierno del PP pero que ahora ven imprescindible.

Y, finalmente, la última reforma aprobada: la reforma del mercado laboral es, sin duda, la mejor de las reformas posibles, porque ha sido consensuada por todas las partes y porque persigue la calidad del empleo que es lo que necesita mejorar nuestra economía.

Las bases para modernizar nuestra economía están puestas. Hay que conseguir que se alcancen los resultados esperados. Por eso, la evaluación de las políticas es imprescindible. æpermil;sta es una impronta de nuestra forma de gobernar: analizar, actuar, evaluar y avanzar.

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