Val D'Aran, paraíso ciclista
La undécima etapa del Tour de Francia entrará el 13 de julio en el valle leridano, una buena excusa para explorar este reducto privilegiado para amantes del deporte, y también del arte románico
Las carreteras pirenaicas han sido escenario de centenares de gestas ciclistas, y el próximo 13 de julio vuelven a prometer espectáculo con la incursión del Tour de Francia en tierras leridanas. La carrera entrará por el puerto de Portilhon, procedente de Tarbes, y rodará por las localidades aranesas de Bossòst, Vielha, Escunhau, Arties, Salardú y Baqueira, para finalizar en Pla de Beret. La etapa está considerada como una de las más importantes de la prueba gala, habida cuenta de que la montaña suele dictar sentencia.
Se calcula que unos 100.000 aficionados acudirán ese día al valle. Pero no hay que esperar a ocasiones tan especiales como ésta: el Val d'Aran es un lugar privilegiado para todo tipo de deportistas y amantes del arte. Para estos últimos el patrimonio cultural abarca, entre otras ofertas, una ruta románica con no menos de 15 iglesias, y una arquitectura tradicional entre ingenua y refinada.
Vielha, la Vetula romana, alerta de la alcurnia de este paso pirenaico, atravesado por una calzada que venía de Toulouse y franqueaba el puerto de Petrae Albae (Bonaigua). Por su configuración, el Valle ha vivido siempre como una 'pequeña república'. La Torre de Martinhon, convertida en Musèu dera Val d'Aran, en el centro de Vielha, es buen inicio de viaje. La ruta del románico aranés comienza, por su parte, en la iglesia de San Miguel, con elementos románicos incrustados en la estructura gótica (portada). Dentro, podemos ver el Cristo de Mitjaran, fragmento de un Descendimiento del taller de Erill la Vall, destruido en una antigua razia de los franceses.
Casi no hay que salir de la ciudad para ver las iglesias de Casau y de Gausac. æpermil;sta última tiene una de las mejores pilas bautismales del románico aranés, de las que en todo el Valle hay más de media docena.
Camino de Francia, un desvío a San Félix de Vilac permite disfrutar de uno de los rincones más plácidos, ante un singular Pantocrator. También Sant Esteve de Montcorbau y Sant Peir de Betlan, ambas del siglo XII, son un espléndido balcón sobre el telón de picachos nevados que encajonan al valle y al río Garona por la vertiente meridional.
Más adelante, en Vilamós, uno creería estar en Tahull al ver la torre de Santa María. Sería imperdonable dejar atrás la localidad sin visitar el Ecomuseo, una casa tradicional compuesta por la vivienda, cuadras, palomar y porquerizas. Ya en Bossost, el ambiente cambia por completo: los olores a yerba y granero se truecan en vorágine urbanita. El bulevar central muestra la animación de una población fronteriza. Ajena al ajetreo, la iglesia de Bossost es el mejor exponente del románico aranés. Su torre es la más vieja del valle y posee dos portadas con tímpano labrado. El ambiente aduanero se acentúa en el pueblo de Les, a tres kilómetros de Francia y paso obligado para compradores de cartones de tabaco y licores.
En Sant Esteve de Betrén de nuevo lo románico aparece fagocitado por lo gótico. Más adelante, la portada de San Pedro de Escunhau, con rostros apenas abocetados en los capiteles, es de una extraña persuasión. Arties es algo excepcional. Un pueblo con un toque de clase que se ha convertido en zona de remanso para la jet. Hay dos iglesias en Arties: la de Santa María, con dos portadas y una torre más gótica que románica, alberga en su interior pinturas murales y varios retablos (se visita como museo); la de San Juan, gótica, se usa como sala de exposiciones.
San Andrés, en Salardú, es otro plato fuerte por sus murales y el Cristo en majestad. El pueblo es un nido de gente bien. Y es que Baqueira se cierne desde el atrio de la iglesia. En ese entorno sofisticado aún deslumbran dos iglesias importantes: la de Unha, con pinturas románicas; y la de Santa María de Cap d'Aran de Tredòs, con dos rasgos insólitos para el románico aranés: una cripta y una torre exenta. Esta iglesia poseía unas pinturas murales de los siglos XI y XII, pero fueron arrancadas y hoy hay que saltar desde el Valle hasta Nueva York para apreciarlas en paredes extrañas, las del museo The Cloister.
Guía para el viajero
Dormir: El Parador de Arties, uno de los pueblos más chic de la ruta, ocupa el solar de la mansión de Gaspar de Portolés, explorador de la Alta California, de la cual se conserva una torre y una capilla (Ctra. Baqueira- Beret s/n, 973 640801). También en Vielha hay un Parador Nacional con espléndidas vistas al valle y elegantes interiores (Ctra. del Túnel s/n, 973 640100).Comer: En Bossost, junto al bulevar y al río Garona, Er Occitan ocupa un viejo edificio de piedra y practica una cocina creativa basada en la tradición (Sant Jaime, 21, 973 647366). En Salardú, la Borda Benjamín (Plaza de la Iglesia, 973 645113) propone cocina aranesa y caza en un ambiente a la vez elegante e informal.